Agresiones físicas, humillaciones y abusos sexuales es lo que viven miles de menores en los centros correccionales y “hogares” infantiles de Hungría. Un infierno que salió a la luz el pasado 8 de diciembre a raíz de la publicación de unos vídeos donde se ve al director de un centro del barrio Szolo agrediendo sin control a varios menores de edad. Las desgarradoras imágenes no han dejado indiferente a nadie. Se ha evidenciado una vez más la descomposición de un sistema que no ofrece ningún tipo de alternativa a los miles de adolescentes desamparados que viven en la miseria.
Un escándalo absoluto que ha desatado la rabia acumulada y ha sacado a las calles de Budapest a decenas de miles de personas exigiendo la dimisión de ultraderechista Orbán.
El diario Magyar ha publicado un informe realizado en 2021 donde se denuncian más de 3.300 casos de abusos físicos y verbales hacia menores en los centros, lo que supone el 20% de todos los que se encuentran en hogares infantiles. Y aquí viene lo gordo: se han denunciado menos del 25% de los casos, lo que significa que la cifra es mucho mayor que la reflejada en los informes. De estos menores, al menos 300 han sido víctimas de agresiones sexuales. Es un absoluto escándalo. Se ha destapado una olla totalmente podrida y que cuenta con la complicidad de la ultraderecha húngara.
“Los húngaros han sido pacientes con los homosexuales hasta ahora, pero que dejen a nuestros niños en paz” o “la familia formada por un hombre y una mujer y los valores cristianos son la base para la supervivencia de la nación” han sido algunas declaraciones que ha hecho el reaccionario primer ministro de Hungría, Viktor Orbán. Curioso, cuanto menos, que el mismo que llama a defender la infancia —y así justificaba el intento de prohibir la marcha del Orgullo este mes de junio que reunió a doscientas mil personas— sea el mismo que defiende la actuación tan repugnante por parte de los funcionarios de los centros de menores, alegando que son “personas delictivas” y que no se podía actuar de otra manera.
No es la primera vez que durante estos años se ha puesto sobre la mesa el estercolero que suponen los hogares residenciales de menores bajo un sistema que ampara y legitima la violencia sistémica contra ellos.
El partido Fidesz, el de Orbán, tiene una gran predisposición para tapar los casos de abusos y agresiones sexuales a menores: hace poco más de un año se vivió exactamente la misma situación. Katalin Novák, exministra de Familia, y Judit Varga, exministra de Justicia, se vieron obligadas a dimitir en medio de un escándalo de pederastia que las salpicaba a ellas como responsables y encubridoras de esta atrocidad. Estas dos reaccionarias ultracatólicas indultaron al subdirector de un centro de menores que agredió sexualmente a menores durante varios años. Este trío son héroes y una inspiración para toda la internacional reaccionaria, y concretamente para Abascal que no para de halagar el “buen” trabajo del primer ministro húngaro, pero ¡cómo no va a hacerlo si desde Fidesz se financió a Vox con 14 millones de euros en plena campaña electoral!
La bandera que ondea el Gobierno de Orbán es la de la represión. Cada día que pasa, este fascista avanza en su cruzada contra las que nos movilizamos contra la extrema derecha, el racismo, el genocidio sionista en Gaza, el machismo y la lgtbifobia. Siguiendo los pasos de Trump, ha declarado organización terrorista al movimiento “Antifa”, una medida que su socio y amigo Abascal quiere imponer también en el Estado español. Pero no solo es esto, en 2018 se aprobó la conocida como “Ley de la esclavitud” que obligaba a realizar hasta 400 horas extras. Mucho más reciente es la reforma constitucional que prohibía la marcha del Orgullo este verano o imponía el veto a las parejas del mismo sexo de poder adoptar. Las mujeres, la comunidad LGTBI, los inmigrantes y la clase obrera están en la diana del Gobierno de Orbán.
Hungría es el país más corrupto de la UE, uno de los socios de este reaccionario está en busca y captura por la Interpol… la lista es muy larga. En este contexto y a pesar de las represalias, las enormes multas por protestar y la amenaza de penas de prisión por levantarse contra estas medidas, el pueblo húngaro y sus trabajadores no se han amedrentado.
Y ahora han vuelto a dar una lección contra este fascista y sus políticas represivas. El 13 de diciembre, tras conocerse el escándalo de la red de abusos a menores y bajo el lema “basta ya”, decenas de miles de personas llenaron las calles de la capital dando un golpe muy duro a toda la ultraderecha húngara.
Es importante señalar que quien trata de capitalizar estas movilizaciones, el líder del opositor partido Tizsa, Péter Magyar, fue miembro de Fidesz hasta que en 2024 saltó el escándalo de abusos y agresiones sexuales a menores anteriormente citado. Fue entonces cuando abandonó el barco. Pero de la mano de este elemento que no se libra de estar salpicado por todas las políticas reaccionarias no puede haber solución a los problemas de la mayoría de la población. Como decían los manifestantes, ¿cuál es el estado de una institución que no es capaz ni de proteger a los niños? Efectivamente, este sistema no nos protege. Bajo un sistema que necesita aplicar la violencia contra las que no tenemos nada, hay que construir una alternativa real para las víctimas del capitalismo.
El pueblo húngaro está sacando conclusiones. Como hizo el pasado junio, saliendo masivamente en la marcha del Orgullo, o hace apenas una semana, solo con la lucha en las calles se podrá acabar con el fascista de Orbán y sus políticas opresivas.




















