Nunca antes un ministro de Educación había logrado ganarse a este nivel el odio de tantos millones de estudiantes, padres y profesores. En estos años de intensa movilización hemos desenmascarado la verdadera preocupación del ministro: intentar destruir la educación pública, fuera como fuese, para abrir las puertas de par en par a los que pretenden hacer de la educación un suculento negocio para unos pocos en lugar de un derecho para todos. Cientos de miles jóvenes y trabajadores hemos salido de manera constante a la calle en defensa de la educación pública. Eso es lo que explica que ahora el PP, cuando se ve ante las peores perspectivas electorales de su historia, tenga que deshacerse a toda prisa de quien mes tras mes, durante casi cuatro años, ha sido valorado como el peor ministro desde la caída de la dictadura.

Un legado de pesadilla para la educación pública

La contrarreforma franquista de la educación —LOMCE—, el despido de 32.000 profesores de la educación pública, el recorte en las becas, la salvaje subida de las tasas universitarias o la imposición del decreto 3+2 que expulsa a los estudiantes de la universidad por no tener dinero..., han sido algunas de sus medidas estrella.
Todas estas contrarreformas educativas impulsadas por el Partido Popular perseguían un único objetivo: reducir la inversión en la educación pública para poder utilizar una parte significativa de los presupuestos educativos en regalárselo a los amiguetes-empresarios de la enseñanza privada concertada, salvar bancos o facilitar las amnistías fiscales a los grandes defraudadores.
La otra cara: expulsar del sistema educativo lo antes posible y con escasa o nula cualificación, a quienes provenimos de familias humildes y trabajadoras. Así nos quiere el PP: sin formación y desarmados para que el día de mañana tengamos que aceptar cualquier condición en el mercado laboral, para que aceptemos sin oposición el abaratamiento del despido y la precarización de las condiciones de trabajo. Quieren que a la universidad sólo puedan acceder las élites, los hijos de los ricos, igual que ocurría en los años de la dictadura. Quieren para sus hijos los buenos puestos de trabajo y los buenos salarios. Para nosotros, la inmensa mayoría, preparan el paro y la precariedad, para que así unos cuantos puedan seguir haciéndose ricos a costa de nuestra explotación.
Este es el saldo que nos deja este ministro, junto a su reaccionario españolismo y su intento de españolizar a todo bicho viviente. La respuesta de la juventud en las movilizaciones en defensa de la educación pública y contra las políticas de Wert ha sido tremenda: 20 jornadas de huelga convocadas por el Sindicato de Estudiantes —que ha jugado un papel muy importante en el impulso de la Marea Verde— desde que se puso al frente del ministerio han logrado convertirle en un auténtico cadáver político.
El Partido Popular es muy consciente del impacto que la lucha en la calle ha tenido durante todo este tiempo en la conciencia de millones de personas, por eso no le queda más remedio que, de una patada, quitarse de en medio a José Ignacio Wert. Por eso decimos que ¡a Wert le hemos echado nosotros! ¡Los estudiantes, los profesores y padres que hemos salido a la calle a pelear de forma incansable! Una vez más se demuestra que luchar sí sirve, que sí se puede y que la lucha es el único camino para conseguir nuestras demandas.

Íñigo Méndez de Vigo, otro franquista al frente del Ministerio de Educación

A pocas horas del anuncio del cese de Wert, Rajoy presentaba públicamente al que será su sucesor, Íñigo Méndez de Vigo, intentando escenificar una supuesta renovación. Nada más lejos de la realidad. A pesar del empeño de los grandes medios de comunicación por pintarnos al nuevo ministro como una persona dialogante, diplomática y conciliadora, el auténtico pedigrí de este personaje deja muy claro la continuidad del carácter franquista del Ministerio de Educación. Hasta ahora secretario de Estado para la Unión Europea y barón de Claret, Méndez de Vigo es un ultraconservador convencido, católico practicante y defensor de los principios más rígidos de la Iglesia Católica. Este “diplomático dialogante” es discípulo predilecto de Marcelino Oreja, también miembro de la nobleza y del aparato del Estado franquista durante décadas y con el que, por supuesto, comparte catecismo.
Siguiendo la estela de otros altos cargos del ministerio, como la hasta hace poco secretaria de Estado de Educación, Montserrat Gomendio, es un hombre rico, muy rico. Ha sido uno de los altos cargos mejor pagados de la Administración, y también es empresario, bien conectado y con lazos familiares en empresas como Endesa.
La misión de este nuevo ministro también ha quedado clara desde el primer momento; en palabras del propio Rajoy: poner en marcha la LOMCE, una contrarreforma tan moribunda como la carrera política del exministro Wert. En definitiva, han sustituido a Wert por otro ministro igual de reaccionario, una muestra más del único compromiso del Partido Popular con la educación pública, su destrucción.
Desde el Sindicato de Estudiantes decimos que los estudiantes y la comunidad educativa en su conjunto sabemos perfectamente que la huida de Wert ha sido fruto de nuestra lucha, que el nuevo ministro representa lo mismo que el anterior, y que tenemos muy claro que tras la caída de Wert el siguiente paso es echar a todo el gobierno del PP. Vamos a continuar la lucha hasta que nos libremos no sólo de este ministro infame sino de este gobierno de pesadilla.
¡Sí se puede!

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