Esta mañana hemos recibido la triste noticia del fallecimiento, a los 90 años, de Josefina Samper, una luchadora ejemplar, que dedicó su vida entera a la causa de la clase obrera y del socialismo.

Josefina inició su militancia política en la ciudad de Orán, en Argelia, donde sus padres, igual que miles de trabajadores del Estado español, había emigrado huyendo de la miseria de su Almería natal.

En vísperas del final de la guerra civil y del inicio de los 40 años de dictadura franquista, Josefina se une a las Juventudes Socialistas Unificadas y, a los 14 años, ingresa en el Partido Comunista de España. En esos años la vida de Josefina se repartía entre su trabajo como obrera textil, el cuidado de sus hermanos más pequeños, la difusión de la prensa clandestina española y las tareas de ayuda y apoyo a los luchadores antifascistas que, huyendo de la salvaje represión franquista, buscaban refugio en el norte de África.

Precisamente ayudando a comunistas huidos de un campo de concentración fue como conoció a Marcelino Camacho, que muy pronto se convirtió en su inseparable compañero de vida y de lucha.

En 1957, aprovechando un indulto, Josefina y Marcelino se trasladan a Madrid, al barrio de Carabanchel, a un piso modestísimo donde residirá hasta que, muchos años después, el deterioro de la salud de Marcelino aconseja su traslado a una vivienda más adecuada a sus condiciones físicas.

Nada más llegar a Madrid, Josefina se une al trabajo clandestino del Partido Comunista. Muy pronto, debido a los sucesivos encarcelamientos de Marcelino, Josefina se ve obligada a ganarse la vida como costurera y tejiendo los jerséis qué más tarde se harían famosos y quedarían unidos para siempre a la imagen de Marcelino. Fueron años de vida muy precaria, de enormes dificultades y de brutal acoso policial. Pero Josefina afrontó con el mejor ánimo todos los sacrificios que su militancia comunista le exigía y nunca aceptó doblegarse o rendirse.

Junto a Marcelino, Josefina tuvo un lugar destacado en la organización y extensión en Madrid de las primeras Comisiones Obreras, que jugarían un papel central en las grandes luchas obreras de los años 60 y que prepararían el terreno para las gigantescas movilizaciones de los años 1976 y 1977 que abrieron una brecha en la dominación política del capitalismo español que sólo pudo cerrarse gracias a la traición de los dirigentes de la izquierda en aquellos años.

Josefina también jugó un papel extraordinario organizando las redes de apoyo a los comunistas presos, un papel que recaía mayoritariamente en mujeres, compañeras, madres o hijas de detenidos. En 1965 desde esta red de apoyo se lanzó el Movimiento Democrático de Mujeres, que retomó la lucha por la emancipación de la mujer interrumpida tras el triunfo de la dictadura fascista e impulsó la lucha feminista en aquellos años opresivos y terribles para las mujeres.

El final de la dictadura de Franco y la legalización de los partidos y sindicatos obreros puso un momentáneo final a décadas de sufrimiento y sacrificio. Pero las circunstancias todavía reservaban nuevos golpes para Josefina, unos golpes recibidos en la persona de Marcelino, al que los dirigentes del PCE y de las Comisiones Obreras, decididamente orientados hacia una política de pacto social y paz laboral, se esforzaron por apartar de sus responsabilidades como dirigente del movimiento obrero.

En 1981 Marcelino se vio en la tesitura de dimitir como diputado del PCE ante el apoyo de este partido a la aprobación del Estatuto de los Trabajadores, un enorme paso atrás en la legislación laboral. A partir de ese momento se inició un proceso de progresiva marginalización de Marcelino de la dirección del sindicato, unas maniobras que culminaron en 1996 cuando Marcelino fue despojado de forma vergonzosa de la Presidencia Honoraria de CC.OO.

Pero a pesar de la amargura que inevitablemente producen los apuñalamientos por la espalda de tus propios “camaradas” Josefina, junto con Marcelino, se mantuvo firme en sus convicciones y en ningún momento permitió que la infame actitud de muchos dirigentes enturbiase su compromiso con la causa de la clase obrera y el socialismo. Y de este modo, los que tuvimos ocasión de participar en las grandes movilizaciones de esos años, muy especialmente en la lucha contra la entrada en la OTAN y en las históricas movilizaciones estudiantiles de 1986-87, en las que se forjó el Sindicato de Estudiantes, recordamos la presencia en primera línea de Josefina y Marcelino, orgullosos del papel que los jóvenes estaban jugando.

A pesar de su edad avanzada, Josefina continuó hasta hace pocas fechas su labor de divulgadora de la memoria histórica de la clase obrera en innumerables charlas y actos. Con su fallecimiento se va un momento glorioso de la historia de nuestra clase, pero nos queda su ejemplo de abnegación y firmeza, de convicciones firmes, capaces de vencer todas las dificultades de una época muy dura.

Desde GanemosCCOO compartimos dolor por el fallecimiento de Josefina y nos orgullecemos de compartir sus ideas y su militancia. Enviamos un fraternal abrazo a Yenia y Marcel y a sus allegados más próximos. Nuestro mejor homenaje será recordar y seguir su ejemplo de inquebrantable compromiso con la causa del socialismo.

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