La revolución que sacude el mundo árabe es un acontecimiento histórico y un ejemplo para los trabajadores de todo el planeta. En cuestión de meses, las movilizaciones masivas de la población, las huelgas obreras y las manifestaciones de la juventud, han acabado con régimenes dictatoriales sostenidos por el imperialismo. Este gran movimiento revolucionario ha sido un duro golpe para el capitalismo occidental y la burguesía árabe, y abre las puertas a un proceso mucho más amplio por la transformación socialista de la sociedad. Todos los trabajadores y los jóvenes del mundo tenemos la obligación de apoyar esta revolución combatiendo las mentiras de los medios de comunicación y el papel reaccionario del imperialismo, que intenta derrotar la lucha de la juventud y la clase obrera árabe con todos sus medios.

La enorme fuerza demostrada por los trabajadores y jóvenes árabes refleja el potencial que nuestra clase tiene en todo el mundo. La revolución árabe es parte de un proceso mundial. La extrema especulación de los precios de los productos básicos y las agresivas políticas de privatización y liberalización del sector público de estos países, coordinadas con el FMI, y llevadas a cabo durante lustros por parte de los regímenes burgueses árabes sin excepción, son las causas inmediatas de esta explosión. De la misma forma que las masas de estos países, las de los países imperialistas son sometidas al paro masivo, al recorte de conquistas sociales, a la sobreexplotación en el trabajo, y a la represión contra la lucha obrera. El sistema mundial capitalista vive en una crisis profunda, que implica una fuerte agudización de la lucha de clases, como estamos viendo en América Latina, en Europa y Estados Unidos. La revolución en los países árabes es la forma más extrema de esta agudización, pero tan sólo un anticipación de lo que ocurrirá en los países capitalistas más desarrollados.

El papel de la clase obrera en la revolución árabe

En cada uno de los países árabes, la clase obrera ha jugado el papel central en los acontecimientos. Especialmente en Túnez y Egipto, en muchas empresas y en localidades enteras, en el proceso de la revolución han surgido comités que se han encargado de organizar la lucha e incluso la vida cotidiana (seguridad, sanidad, etc.). En Libia, comités de este tipo han estado jugando un papel fundamental en las ciudades liberadas, tanto a la hora de organizar la vida económica y social, como de impulsar la lucha armada contra de la dictadura de Gadafi. Estas estructuras, si se consolidan y generalizan, pueden ser la base de un nuevo poder: el poder de la clase obrera, mayoritaria en la sociedad, abriendo la perspectiva de la transformación socialista.

El imperialismo ha sido pillado por sorpresa por los acontecimientos. En los casos de Egipto y Túnez, ante la fuerza de la revolución, y tras muchas vacilaciones, ha tenido que sacrificar a sus títeres más destacados, para así intentar mantener el control con nuevas figuras, mientras intenta presentar una falsa imagen democrática. A la vez, sigue apoyando (y lo hará mientras la fuerza del movimiento revolucionario no barra definitivamente a estos regímenes) a las camarillas en el poder en la mayoría de los países árabes.

Para triunfar definitivamente, la revolución árabe necesita defender un programa socialista

El punto central de la situación es el siguiente. Dar satisfacción a las profundas aspiraciones democráticas de las masas, a la sed de reforma agraria, a las reivindicaciones sociales en juego (desarrollo de servicios sociales, sanidad y educación, públicos y de calidad; eliminación del paro masivo; condiciones dignas de trabajo, etc.), y a la necesidad de acabar definitivamente con las estructuras de las dictaduras (depuración radical del Estado, y especialmente las fuerzas armadas y policiales, enjuiciamiento de los responsables), sólo será posible como parte de un programa para la transformación socialista del mundo árabe.

Los imperialistas, los capitalistas, intentan maniobrar para ganar tiempo, y poder acabar con la revolución más adelante, garantizando su dominio. Mientras, las masas, de forma instintiva, pretenden completar la revolución, es decir, dar solución a las reivindicaciones antes citadas. Pero la única forma de hacerlo es derrocando el capitalismo, es decir, expropiando las grandes empresas, las concesiones multinacionales, los latifundios, para ponerlos bajo control de comités obreros. Generalizar los comités existentes, implicando a la mayoría de la población en las asambleas, permitiría gobernar democráticamente esta nueva sociedad. Si el movimiento rompe definitivamente con el imperialismo y el capitalismo, en un solo país, será un tremendo empuje a la revolución en todo el planeta, y especialmente para el establecimiento de una Federación Socialista Árabe.

¡No a la intervención imperialista!

En el caso de Libia, como hemos dicho, la revolución llegó más lejos al generalizarse los comités. Sin embargo, la falta de un programa socialista, y de confianza en las masas, ha llevado al sector fundamental de los dirigentes a tener ilusiones en el imperialismo. Éste ha aprovechado esta debilidad fatal, y mientras no descarta todavía empujarles hacia un acuerdo con Gadafi (su aliado en mucho tiempo), está interviniendo en una criminal operación militar. La burguesía francesa, estadounidense, española, etc., no tiene ningún objetivo humanitario, como nunca lo ha tenido, sino garantizar sus intereses en la zona, hacer olvidar su complicidad con los dictadores árabes, y sobre todo demostrar fuerza ante la revolución. En este sentido, la intervención imperialista, no sólo es un peligro para el triunfo del movimiento en Libia, sino para el de la revolución en toda la zona. Sólo con un llamamiento a la solidaridad internacionalista de los trabajadores árabes, y llevando a cabo un programa claramente revolucionario, socialista y antiimperialista, se acabará con el régimen de Gadafi.

Todos estos acontecimientos reflejan de forma aguda la contradicción mundial más importante. Estamos en una época histórica en que las condiciones objetivas para superar el capitalismo están madurando, pero todavía hay que levantar una dirección revolucionaria que pueda encauzar toda la enorme energía de las masas. Llamamos a los trabajadores a defender un programa socialista de forma consecuente, organizando la Corriente Marxista Revolucionaria.

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