Cinco dédacas de ocupación criminal del Sáhara Occidental por la dictadura marroquí

El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó recientemente una resolución redactada por Estados Unidos que legitima la ocupación colonial de la dictadura marroquí sobre el Sáhara Occidental, que precisamente ahora cumple 50 años. Tras décadas de promesas vacías sobre un referéndum de autodeterminación, la ONU afirma abiertamente que el “plan de autonomía” marroquí es la única solución “viable” y “realista”.

Pocos días antes, la UE había aplicado un nuevo acuerdo comercial con Marruecos para incorporar en sus relaciones económicas bilaterales los productos fabricados en los ricos territorios ocupados del Sáhara Occidental.

Las llamadas instituciones de la “comunidad internacional” se quitan la máscara y muestran con claridad cómo sirven a los intereses imperialistas.

En un mensaje televisado, el monarca marroquí Mohamed VI, engalanado con los atuendos reales reservados a las grandes ocasiones, celebraba la resolución de la ONU agradeciendo “el liderazgo de nuestro amigo Su Excelencia el presidente Donald Trump” y “a nuestros amigos en Gran Bretaña y España, y particularmente en Francia”. Dos días después, el genocida sionista Benjamín Netanyahu enviaba sus felicitaciones públicas a Mohamed VI. Más claro, el agua.

Y hay que decir las cosas como son. Pedro Sánchez ha vuelto a traicionar la causa del pueblo saharaui y a colocarse al lado de la dictadura marroquí.

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El Consejo de Seguridad de la ONU ha aprobado una resolución redactada por EEUU que legitima la ocupación colonial de la dictadura marroquí sobre el Sáhara Occidental. Las instituciones de la “comunidad internacional” sirven a los intereses imperialistas. 

Una historia de ocupación y violencia contra el pueblo saharaui

El Sáhara Occidental fue tomado por el Estado español en 1884, tras la Conferencia de Berlín de ese año en la que las potencias europeas se repartieron a escuadra y cartabón el continente africano. Inicialmente el interés de la burguesía española en el Sáhara Occidental se centraba en contrarrestar el dominio del imperialismo francés en la región y controlar Canarias y sus ricas aguas pesqueras. Hasta que en los años 40 del siglo XX se descubrieron los yacimientos de fosfatos más grandes del mundo, fundamentales para el sector agrícola y alimentario. Esto, unido a la existencia de recursos como el uranio, el oro, el cobre y especialmente los importantísimos bancos y caladeros pesqueros, situó el Sáhara Occidental como una zona geoestratégica clave. En 1974 el Banco Mundial calificó el Sáhara Occidental como el territorio más rico de todo el Magreb.

Las aspiraciones de autodeterminación del pueblo saharaui y su voluntad de sacudirse del yugo colonial fueron reprimidas salvajemente por la Legión española, en colaboración con el ejército marroquí[1].

La ocupación española duró hasta la conocida como “Marcha Verde” del 6 de noviembre de 1975. El ejército marroquí tomó el control del Sáhara Occidental a sangre y fuego, provocando una huida masiva de saharauis (hasta dos tercios de la población), a los que bombardearon con fósforo blanco y napalm.

La dictadura franquista estaba sacudida por el ascenso de la lucha del movimiento obrero y sufría una situación prerrevolucionaria que no solamente la tenía contra las cuerdas sino que también ponía en peligro la pervivencia del propio capitalismo. La burguesía española, aterrada por la revolución de los claveles portuguesa de 1974 y temerosa de que un conflicto colonial en el Sáhara Occidental implicara los mismos efectos en territorio español que los que tuvieron las guerras coloniales en Mozambique y Angola para Portugal, decidió ceder la colonia saharaui a Marruecos y Mauritania[2]. El imperialismo norteamericano jugó un papel fundamental: su objetivo era asegurarse la lealtad del régimen marroquí, asestar un golpe a las aspiraciones de liberación de los pueblos coloniales y evitar la influencia soviética. Así, la dictadura franquista, con el actual rey emérito Juan Carlos I a la cabeza, firmó un acuerdo secreto con Marruecos en el que, a cambio del Sáhara, Marruecos renunciaba a sus pretensiones sobre Ceuta y Melilla, y se garantizaba para las empresas españolas los recursos pesqueros y el 35% de la explotación de fosfatos. Poco tiempo después, el Gobierno norteamericano recibió con honores a Juan Carlos I en su primer viaje oficial como nuevo rey, dándole su “bendición internacional”. La infamia contra el pueblo saharaui fue otro de los sangrientos pilares sobre los que se levantaron el régimen del 78 y la monarquía juancarlista.

La invasión marroquí de 1975 desató una guerra que duró hasta el alto el fuego de 1991. Dividió el Sáhara Occidental en dos: la parte costera y occidental ocupada por Marruecos, que representa el 80% del territorio y donde se concentran los yacimientos de fosfatos, y una estrecha franja oriental fronteriza con Argelia y Mauritania que se conoce como los Territorios Liberados, controlados por la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y el Frente Polisario.

En 1980 Marruecos comenzó la construcción del muro de la vergüenza[3], para separar las dos partes, que en la actualidad mide 2.720 kilómetros y está rodeado de cercas, búnkeres y entre 7 y 10 millones de minas, uno de los mayores campos de minas del mundo. Cada 5 kilómetros hay una base militar marroquí con 100 soldados y un radar cada 15k. Se calcula que a lo largo de él hay estacionados más de 150.000 soldados. La política expansionista criminal hacia el este del régimen marroquí ha sido combinada con la construcción de asentamientos y el envío de miles de colonos marroquíes en la zona controlada por la dictadura alauita, que podrían suponer ya dos tercios de los aproximadamente 500.000 habitantes.

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La ocupación española del Sáhara Occidental duró hasta la conocida como “Marcha Verde” del 6 de noviembre de 1975. La invasión marroquí de ese año desató una guerra que duró hasta el alto el fuego de 1991. 

La ocupación marroquí dividió miles de familias a cada lado del muro. En los territorios liberados la vida es muy difícil. Se estima que viven unas 30-40.000 personas, unas repartidas en pequeños núcleos de población y otras dedicadas al pastoreo nómada. 600 campos están contaminados por las bombas de racimo. Actualmente, más de 173.000 saharauis viven en unas condiciones infrahumanas en cinco campamentos de refugiados en la región de Tindouf, en el suroeste argelino fronterizo con el territorio saharaui, gestionados por la RASD. Decenas de miles de personas viven, en una de las zonas más inhóspitas del mundo, en jaimas y pequeñas casas de adobe, la gran mayoría sin luz y dependiendo del agua que traen los camiones de ayuda humanitaria, con temperaturas que pueden alcanzar durante el día los 50ºC y un frío extremo por la noche.

Un área de influencia que Trump no quiere perder

La dictadura marroquí ha sido un socio estratégico histórico para el imperialismo norteamericano, cuyos vínculos han requerido mayor atención por parte de EEUU tras el considerable aumento de la influencia de China y Rusia en el continente africano y la agudización de la pugna interimperialista por el control de los recursos del planeta. De hecho, el imperialismo chino también ha alcanzado recientemente acuerdos comerciales con Marruecos en el marco de su “Nueva Ruta de la Seda”.

Los fosfatos representan el 5% del PIB y el 20% de las exportaciones de Marruecos –que en el primer semestre de 2025 han crecido un 21% en comparación con el mismo periodo del año anterior, alcanzando los 5.200 millones de euros–. Es su mayor fuente de ingresos. Se calcula que la dictadura marroquí controla tres cuartas partes de las reservas de fosfato de buena calidad que quedan en el mundo.

En 2020 Donald Trump reconoció la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental. Días antes, EEUU había firmado un nuevo acuerdo de colaboración militar con Mohamed VI para los próximos diez años, y poco después Emiratos Árabes Unidos, Bahréin y Jordania anunciaron la apertura de consulados en el Sáhara ocupado. De esta manera, Marruecos se integraba en los Acuerdos de Abraham y normalizaba relaciones con Israel.

La aprobación de la resolución 2797 por parte del Consejo de Seguridad de la ONU a propuesta de Trump de apoyo a la dictadura marroquí supone un nuevo paso importante en esta estrategia.

Trump y el imperialismo yanqui han demostrado con su apoyo esencial a Israel en el genocidio al pueblo palestino lo lejos que están dispuestos a llegar para mantener su influencia sobre zonas estratégicas clave. Están dispuestos a todo tipo de atrocidades para plantar cara al boyante avance de China como superpotencia mundial. Y el Sáhara Occidental es un enclave imprescindible.

Pedro Sánchez: hipocresía y traición al pueblo saharaui

Han pasado más de tres años desde que Mohamed VI filtrara la carta confidencial que Pedro Sánchez le envió y en la que apoyaba sus pretensiones sobre el Sáhara Occidental. A Sánchez ello no le impidió proclamar en tribuna parlamentaria su “apoyo” al pueblo saharaui. Pedro Sánchez hoy guarda silencio ante la resolución de la ONU a favor del “plan de autonomía” marroquí. Las palabras de agradecimiento de Mohamed VI lo rompen desnudando el papel activo de Sánchez y el PSOE para su aprobación.

Esta es la misma hipocresía que hemos visto con Palestina. Tras dos años de complicidad con el genocidio sionista, Pedro Sánchez hizo declaraciones a favor del pueblo palestino. Pero estas no se tradujeron nunca en hechos tangibles como el embargo de armas o la ruptura de relaciones con Israel. Lo que sí se concretó fue su aplauso el falso plan de “paz” de Trump sobre Gaza con el que coronar el genocidio y la limpieza étnica, y sentar las bases para una Administración colonial al servicio de las multinacionales norteamericanas e israelíes.

El mismo día en el que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobaba su resolución contra el pueblo saharaui, Pedro Sánchez anunciaba de nuevo su voluntad de disolver la Fundación Francisco Franco, retirar los símbolos franquistas de nuestras calles y conceder la nacionalidad española a 170 descendientes de brigadistas internacionales. A 50 años de la muerte del dictador escuchamos muchas promesas, discursos contra la extrema derecha y gestos vacíos[4], pero la práctica cotidiana es muy distinta.

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Pedro Sánchez ha mantenido la misma política, de apoyo al régimen alauita y de mirar hacia otro lado frente a las atrocidades cometidas contra el pueblo marroquí y saharaui, que todos los Gobiernos anteriores, incluyendo los del PP. 

En los puntos decisivos, el presidente del Gobierno español se arrodilla ante el amo norteamericano. Pedro Sánchez demuestra su firme compromiso con los intereses de los empresarios españoles en Marruecos y en el Sáhara Occidental. Los hijos y nietos de los explotadores que se llenaron los bolsillos cuando el Sáhara era colonia española, lo han seguido haciendo durante las décadas posteriores, a costa del sufrimiento indescriptible del pueblo saharaui. De hecho, incluso el PSOE mantiene bloqueada una ley para otorgar la nacionalidad española a ciudadanos y ciudadanas saharauis que nacieron antes de 1976, cuando existen más de 6.000 personas viviendo en España en condición de “apátridas” procedentes del Sáhara Occidental.

Pedro Sánchez ha mantenido la misma política, de apoyo al régimen alauita y de mirar hacia otro lado frente a las atrocidades cometidas contra el pueblo marroquí y saharaui, que todos los Gobiernos anteriores, incluyendo los del PP. Además, el Gobierno español, como fiel guardián de la política racista de la Unión Europea en su frontera sur, subcontrata los servicios represivos a las autoridades marroquíes, desentendiéndose del trato brutal al que son sometidos los y las migrantes que intentan acceder a Europa.

Pedro Sánchez ha vuelto a traicionar la causa del pueblo saharaui. Los intereses empresariales españoles y los deseos de los imperialistas estadounidenses son sagrados para él.

Por la autodeterminación del pueblo saharaui

El pasado sábado más de diez mil personas se movilizaron en Madrid en apoyo al pueblo saharaui. ¡Nosotros no olvidamos! Efectivamente, los únicos aliados somos los oprimidos y oprimidas del mundo levantando la solidaridad internacionalista.

El Sáhara Occidental es el territorio más antiguo del mundo pendiente de “descolonizar”. Hoy está más claro que nunca que el derecho a la autodeterminación y a la independencia del pueblo saharaui va ligado a romper con el dominio imperialista de EEUU y la UE y el capitalismo en el norte de África. Pero no es ninguna casualidad que China y Rusia no votaran en contra de la resolución de la ONU a favor del “plan de autonomía” marroquí. Como hemos visto con su pasividad ante el genocidio sionista contra el pueblo palestino, a Putin y Xi Jinping les traen sin cuidado los derechos democráticos y la soberanía de los pueblos. Anteponen la estabilidad capitalista regional y la búsqueda de acuerdos con las burguesías locales (incluida la marroquí) para que las empresas chinas y rusas sigan avanzando y haciendo buenos negocios. 

Las traiciones de las burguesías norteafricanas y árabes a la causa del pueblo saharaui son constantes en la historia, al igual que a la del pueblo palestino. La lucha por la liberación del pueblo saharaui requiere una política revolucionaria, clasista, antiimperialista e internacionalista. El legítimo derecho a la autodefensa armada debe formar parte de una estrategia socialista que logre la solidaridad de la clase obrera, empezando por marroquí y la del Estado español.

Ha sido la lucha de masas la que ha conseguido poner contra las cuerdas a la monarquía marroquí: la intifada saharaui de 2005, el campamento de Gdeim Izik en 2010, la ola revolucionaria de la primavera árabe en 2011, el Hirak rifeño de 2016... Las manifestaciones de masas de los dos últimos años en apoyo al pueblo palestino en numerosas ciudades en Marruecos y el maravilloso levantamiento de la juventud marroquí el pasado septiembre muestran el potencial para acabar con la monarquía de Mohamed VI y el capitalismo. Fomentar estas movilizaciones y levantar un programa y una alternativa revolucionaria y socialista, esta es la tarea, y no apelar al “derecho internacional” y a interpretaciones de la resolución de la ONU o a buscar apoyos entre los Gobiernos capitalistas árabes. Esto no va a servir de absolutamente nada.

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Ha sido la lucha de masas la que ha puesto contra las cuerdas a la monarquía marroquí. Hay que unir las fuerzas del pueblo saharaui con las de los obreros y campesinos marroquíes para combatir juntos al mismo régimen que los condena la miseria. 

Es imprescindible unir las fuerzas del pueblo saharaui con las fuerzas de los obreros y campesinos marroquíes para combatir juntos al mismo régimen corrupto que los condena a una existencia de miseria. Con esta unidad, basada en el programa de la revolución socialista y en el reconocimiento de los derechos nacionales del pueblo saharaui –empezando por su derecho a la autodeterminación y a la independencia– se podrá desbaratar los intentos del régimen de Rabat de enfrentar a la clase trabajadora de ambas comunidades, y acabar con la monarquía y el orden social que la sustenta.

¡Que viva la lucha del pueblo saharaui!

¡Fuera Mohamed VI y su monarquía corrupta! ¡Abajo la dictadura y el capitalismo marroquí!

¡Por un Sáhara libre y socialista, por una Federación Socialista del Magreb!

 

Notas:

[1] En 1956 la movilización popular en Marruecos, en un contexto de auge de los movimientos de liberación nacional en los países coloniales, logra la independencia de Francia. Las intrigas imperialistas para mantener su influencia en el país y la traición de la burguesía marroquí, destacando la represión de las insurrecciones populares en el Rif y el sur de Marruecos, alumbraron la consolidación del régimen bonapartista burgués de Hassan II.

[2] El conocido como “Acuerdo Tripartito de Madrid” fue firmado el 14 de noviembre de 1975. Mauritania se retiró del Sáhara Occidental en 1979 tras una rebelión social dentro de sus fronteras, en la que estuvo muy presente el rechazo a la guerra iniciada cuatro años antes.

[3] Se trata de una cadena de ocho muros.

[4] 50 años después de la muerte de Franco, la memoria de los crímenes de la dictadura sigue viva

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