¡O con los capitalistas o con los trabajadores y el pueblo!

Casi cinco meses de Gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) han bastado para dejar clara una idea: la pretensión de hacer una política que concilie los intereses de los empresarios y los trabajadores es totalmente imposible. México no puede escapar a la lógica de un sistema económico internacional que, lejos de mostrar síntomas de recuperación, se aproxima a otra recesión global.

Más allá de que las perspectivas de crecimiento se sitúen muy lejos del 4% anunciado por el presidente, lo más significativo es que AMLO insiste en no tocar el modelo económico establecido en las últimas décadas. Atacar la corrupción con medidas superficiales y programas públicos despertará mucha simpatía teniendo en cuenta el balance de los gobiernos anteriores, pero no resolverá la constante degradación de las condiciones laborales y de vida de millones de familias trabajadoras.

Movimiento 20/32: Rebelión en las maquiladoras de Matamoros

Durante el último periodo se habló mucho de que la clase obrera ya no existía, y no representaba la fuerza decisiva para transformar la sociedad. La intelectualidad de izquierda celebró numerosos funerales por el marxismo, descalificándolo como una interpretación del pasado incapaz de enfrentar los retos de la sociedad moderna. Pero el movimiento huelguístico de Matamoros ha puesto sobre la mesa que la clase obrera está más viva que nunca.

Esta rebelión se desata a raíz de la subida del salario mínimo presentada por AMLO, lo que provoca que los empresarios anuncien la eliminación del bono anual único estipulado en el Contrato Colectivo, para sacar ese aumento salarial del bono y seguir pagando los mismos salarios de miseria a los trabajadores. ¡Un auténtico atraco a mano armada! De hecho, la existencia de este bono es una maniobra de los empresarios desde 2015 para evitar pagar más impuestos y prestaciones y, en lugar de hacer incrementos salariales directos, hacer un pago único.

Este ataque ha sido la gota que ha colmado el vaso. La manufactura ha sido el sector privilegiado por las inversiones del capital extranjero en México, que basan sus elevadas tasas de ganancia en las condiciones de sobreexplotación de los 2,7 millones de trabajadores en las más de 5.100 plantas maquiladoras que existen actualmente.

En apenas unas semanas, más de 80.000 trabajadores han secundado esta huelga, que se ha extendido ya a más de 90 empresas, consiguiendo un aumento salarial del 20% y el bono de 32.000 pesos correspondiente a la subida salarial. Una demostración de la fuerza imparable de la clase obrera cuando se organiza y actúa unificada contra los patrones.

AMLO frente al movimiento obrero

Lamentablemente, la respuesta de AMLO ante este levantamiento obrero ha sido el silencio más estruendoso. No hay ningún posicionamiento claro a favor del movimiento 20/32, solamente llamados a la prudencia y a un “diálogo” que ha sido contestado por los empresarios con despidos y violencia.

Pero esto no es todo. Mientras renuncia al acercamiento a los trabajadores en lucha para imponer una solución favorable a sus demandas, sí se reúne con el burócrata sindical de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), con una larga trayectoria propatronal que le ha hecho rico a costa de vender a los trabajadores, para solucionar un conflicto del que es tan responsable como los empresarios.

López Obrador plantea resolver estos conflictos con el cumplimiento de “la ley y del Estado de derecho”, pero vivimos en un sistema que legaliza la explotación de la clase trabajadora y permite que un puñado de millonarios acumulen toda la riqueza. Una política social es incompatible con un sistema económico que perpetúa la más brutal de las desigualdades. Algo que se ve de forma clara con la reforma educativa prometida por AMLO que, al no enfrentarse con los poderes económicos, mantiene los elementos que golpean los derechos laborales de los docentes. El llamado Estado de derecho, bajo el capitalismo, siempre es un Estado de derechas, a favor de los ricos y los empresarios, de su justicia y su policía.

Un programa socialista para defender a los trabajadores y los oprimidos

López Obrador sólo tiene dos opciones: o rompe con la lógica del sistema capitalista para llevar a cabo un programa que resuelva las necesidades del pueblo o cede ante las presiones de la burguesía.

Por eso una de las decisiones más sorprendentes de este Gobierno ha sido la de rodearse de un grupo de “asesores” compuesto por empresarios acaudalados, muchos de ellos de la célebre “mafia del poder”. ¿Qué se pretende con esto? Es evidente que estos sectores impedirán cualquier medida en beneficio del ­pueblo que pueda afectar a los grandes poderes económicos.

Lo mismo se puede decir respecto a Morena —Movimiento Regeneración Nacional, el partido de AMLO, creado en octubre de 2011—, donde la capa de elementos conservadores y derechistas que ocupan posiciones de dirección ha pasado a la ofensiva. Las declaraciones de su diputada en Veracruz proponiendo un toque de queda para las mujeres como solución a los feminicidios, cargando así la responsabilidad de los mismos sobre las víctimas, o las de otros dirigentes abogando por una política machista y patriarcal para criminalizar a las mujeres que aborten, son sólo algunos ejemplos.

Si se sigue con esta estrategia, el fracaso está garantizado. Estos cinco meses son una experiencia suficiente: cualquier medida en beneficio del pueblo, por muy modesta que sea, pasa por enfrentar el poder de los empresarios y grandes capitalistas, de los terratenientes, de la jerarquía religiosa, del imperialismo, de un aparato del Estado colmado de represores y narcos, e impulsar el movimiento de los trabajadores.

Un capitalista, un narco, un corrupto, siempre querrá obtener ganancia a costa de la explotación de los trabajadores, de la opresión de los campesinos, de la esclavitud de las mujeres y la degradación de la juventud, y eso sólo lo puede derrotar la fuerza organizada de los trabajadores, como lo ha demostrado el movimiento 20/32.

López Obrador debe ser consciente de que ha llegado al poder como resultado de la lucha masiva que millones de campesinos, obreros y jóvenes han llevado a cabo durante los últimos años, que ha golpeado decisivamente al régimen político que existía. Confiar en los empresarios es traicionar los principios políticos que dieron la victoria a AMLO.

La movilización ejemplar de los obreros y obreras de Matamoros marca el camino. Es en esta fuerza revolucionaria en la que un Gobierno de izquierdas debería basarse para llevar a cabo el cambio que necesitamos, confrontando al poder de la banca, los grandes monopolios y la oligarquía. Sólo defendiendo un programa socialista de nacionalizaciones de los sectores estratégicos de la economía mexicana, bajo control democrático de la clase obrera, podremos acabar con la gangrena de la corrupción, la represión del Estado y la pobreza.

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