El 16 de noviembre se celebró la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Chile. Estos comicios se desarrollaron en paralelo a las elecciones parlamentarias, donde se renueva la totalidad de la Cámara de Diputados y prácticamente la mitad del Senado.
Siguiendo la dinámica que se impuso en la elección del Consejo Constitucional del 7 de mayo de 2023, el Partido Republicano de José Antonio Kast, la ultraderecha que defiende el legado del dictador Pinochet, ha obtenido unos resultados triunfantes.
Kast ha conseguido un 23,9% de los votos, frente a un 26,8% para Jeannette Jara —candidata del Partido Comunista y exministra de Trabajo del Gobierno de Gabriel Boric— y se coloca como favorito para ganar la presidencia en la segunda vuelta del 14 de diciembre. Pero no sólo eso. La extrema derecha agrupada en el pacto Cambio por Chile (la coalición entre el Partido Republicano, el Partido Social Cristiano y el Partido Nacional Libertario) amplía con potencia sus apoyos en las parlamentarias: pasa de 15 a 53 diputados y sube de uno a siete senadores. Si sumamos los resultados a los de la derecha tradicional (la alianza Chile Grande y Unido), la reacción logra la mayoría al contar con 76 parlamentarios en un hemiciclo de 150.
Unos datos así merecen de un análisis serio. En 2019 Chile fue protagonista de un levantamiento revolucionario que puso contra las cuerdas al régimen capitalista. Millones de personas corearon la consigna No son 30 pesos, son 30 años, se enfrentaron a la represión sangrienta del Gobierno derechista de Piñera, protagonizaron huelgas generales y manifestaciones históricas y lo dieron todo para poner fin a tanto sufrimiento, explotación y violencia. Esa movilización de la clase obrera, la juventud y el pueblo fue lo que dio lugar a contundentes victorias en las urnas de las organizaciones de la izquierda reformista, aupando a Boric a la presidencia en las elecciones de 2021. Cuatro años después, nos encontramos con un panorama muy diferente.

Un castigo a las políticas de Boric y la izquierda gubernamental
Esta primera vuelta es una nueva confirmación de que el estrangulamiento del proceso revolucionario de 2019 por parte de la izquierda reformista ha abierto las puertas de par en par a la contrarrevolución y ha fomentado la desmoralización de amplios sectores de la clase trabajadora y la juventud chilena. Esto es lo que ha permitido que Kast, un miembro destacado de la Internacional reaccionaria junto a Trump, Bolsonaro y Milei, esté dominando la escena política del país.
El triunfo es claro: 3.446.854 votos para Kast, que sumados al pinochetista Johannes Kaiser (1.796.034) y a los de quien se posicionó como la tercera fuerza más votada, el populista Franco Parisi (2.550.770 votos), dan un total de 7,7 millones de votos, es decir, un 70% del total.
Todo esto no cae de un cielo azul. Tras cuatro años de Gobierno de Gabriel Boric, tras prometer una política de “progreso” a través del Parlamento que no ha mejorado en lo substancial la vida del pueblo chileno, la izquierda gubernamental se ha estrellado contra la realidad.
Jeannette Jara obtiene una amarga victoria, quedándose lejos de lo que pronosticaban las encuestas. Aunque no podemos hacer una comparación en número de votos respecto a la primera vuelta de 2021—las del pasado domingo han sido las primeras elecciones con voto obligatorio e inscripción automática en el censo, por lo que la participación ha pasado de un 47% a un 85%—, sí podemos equipararlo con el apoyo obtenido en el plebiscito para la nueva Constitución de septiembre de 2022. El resultado es que los 3.446.854 votos que consigue la candidata “comunista” este año significan una caída de 10 puntos porcentuales. Al mismo tiempo, Unidad por Chile (Partido Comunista, al Partido Socialista y el Frente Amplio) también pierde 11 escaños en el Parlamento pasando de 72 a 61 diputados.
Este débil resultado significa un fuerte castigo a las políticas de Gabriel Boric y al propio papel de Jara en el Gobierno, una gestión que le ha cosechado un rechazo de un 62%, como señala la última encuesta del Centro de Estudios Públicos del mes de octubre. Este malestar también se ha expresado por la izquierda con casi 2,7 millones de votos nulos y en blanco (un 20%).

Colaboración de clases y cretinismo parlamentario, un camino al desastre
América Latina vivió entre 2018 y 2023 una oleada revolucionaria en muchos países: en Nicaragua, Honduras, Colombia, Ecuador, Bolivia, Perú… y la insurrección chilena brilló con luz propia. Durante meses, millones en las calles le disputaron a la burguesía el derecho a dirigir la sociedad e hicieron peligrar su dominio económico, ideológico y político. Las masas chilenas dieron su apoyo al Frente Amplio y al Partido Comunista Chileno, pero estos dirigentes renunciaron a aplicar sus propias promesas electorales, temerosos de “ir demasiado lejos” y, por supuesto, culpando siempre a los trabajadores que les habían votado de falta de conciencia y de poca fuerza para luchar por el poder. Todo esto fue complementado con el objetivo de elaborar una nueva constitución dentro del marco capitalista. La trampa de la Asamblea Constituyente[1], que incluso organizaciones que se declaran revolucionarias y marxistas compraron, no era más que un planteamiento etapista para descarrilar la revolución. Eso es lo que permitió al imperialismo y a sus títeres, Kast y la extrema derecha, recuperar la iniciativa.
Boric llegó a la presidencia con políticas “realistas y pragmáticas”, es decir, la colaboración de clases, el cretinismo parlamentario, tratar de llegar a acuerdos con los mismos capitalistas y empresarios que ordenaron aplastar a un pueblo en pie y comprar su discurso para no parecer demasiado “radical”. Durante estos últimos cuatro años, este Gobierno de “izquierdas” ha demostrado su desconfianza y el pavor que les provoca la clase obrera y la juventud en acción. Por eso, la desmoralización —por supuesto, temporal— entre cientos de miles de personas y la desafección política que se ha expresado en un giro hacia la derecha en términos electorales, es responsabilidad, única y exclusiva, de estos dirigentes. Las masas les han dado mil oportunidades y las han despreciado todas.
Estos campeones del pacto social y el “diálogo”, del “hay que esperar” a que la nueva constitución esté aprobada, han provocado no sólo estupor y desconcierto entre los trabajadores y jóvenes ante la falta de un cambio real, sino que han visto cómo sus condiciones de vida retrocedían. La última encuesta Casen (julio de 2025) cifra la tasa de pobreza nacional en un 22,3%, uno de cada dos niños y niñas sufren inseguridad alimentaria, y la violencia machista continúa disparada. El Frente Amplio ha comprado el discurso xenófobo de la derecha con respecto a la “inmigración ilegal”, han militarizado la frontera y han tratado las reivindicaciones mapuches igual que lo hizo Piñera hasta entonces. De hecho, desde 2022, las regiones de Araucanía y Biobío están sometidas a un estado de excepción de emergencia, que implica una militarización constante de la zona mediante el uso del ejército en apoyo de la policía.

Por si todo esto no fuera lo suficientemente trágico, tras felicitar a Kast y Jara y desear un debate “a la altura”, Gabriel Boric se atreve a dar lecciones democráticas con respecto a segunda vuelta: “La historia nos lo repite una y otra vez, que solo mediante el diálogo democrático Chile puede saldar deudas históricas y proyectarse hacia el futuro con unidad, con cohesión social. Las familias requieren vivir con certeza y también con esperanza, y eso se logra en democracia”.
No. Lo que la historia repite una y otra vez es que todo aquello que los partidos tradicionales de la izquierda reformista no han sido capaces de lograr nunca en base a ese “diálogo”, lo han arrancado la juventud y la clase obrera rompiéndose la cara contra la represión y el orden capitalista. Que una vez derramada tanta sangre inocente para transformar de arriba a abajo el orden establecido, las masas no pueden esperar ni dos ni cuatro años. Que la democracia burguesa, en el marco del capitalismo en crisis, no puede resolver el problema del desempleo masivo o la privatización de los servicios públicos. Y que esa “esperanza” que se pide insistentemente no es más que una renuncia a impulsar la lucha por un gobierno de los trabajadores en beneficio del pueblo.
Boric y sus aliados del Frente Amplio han renunciado a nacionalizar la banca, los monopolios y la tierra, a garantizar educación, sanidad y vivienda 100% públicas, a depurar de fascistas y pinochetistas el ejército, la policía y la judicatura o a dar derechos al pueblo mapuche. He aquí el resultado.
Rearmar a la izquierda con un programa comunista de verdad
Todo parece indicar que José Antonio Kast ganará la segunda vuelta. Un Gobierno de la extrema derecha, dispuesto a borrar del recuerdo colectivo las jornadas heroicas que el pueblo chileno protagonizó y que promete mano dura contra la protesta social, es una amenaza muy grande. Más represión, más recortes en derechos, criminalización, racismo y machismo. Esta es la receta de Kast.

Es normal que exista un shock importante entre millones de trabajadoras y trabajadores. La clase obrera chilena ha sido traicionada, pero no aplastada, y sigue existiendo una voluntad de lucha entre sectores de la población. Es importante que la izquierda revolucionaria manifieste con claridad una actitud intransigente de lucha contra Kast, y eso pasa también por el frente electoral. No da igual quien gane, pero al mismo tiempo, hay que recordar que bajo el capitalismo no hay salida para las masas chilenas.
Hay que aprender de esta experiencia tan amarga y dolorosa y poner todas las fuerzas para la construcción de un partido revolucionario de los trabajadores, con un programa comunista de combate, que rompa con la política de colaboración de clases, que han aplicado las direcciones de la izquierda.
Si Kast gana el próximo 14 de diciembre vendrán tiempos duros para los oprimidos. Pero su victoria no traerá consigo un periodo duradero de estabilidad. Con todas las lecciones de estos últimos años, las masas pobres y la clase obrera, que siempre se sobreponen a las dificultades, volverán a la ofensiva contra la oligarquía y el capitalismo.
[1]Izquierda Revolucionaria - La experiencia chilena: la consigna de la asamblea constituyente fracasa miserablemente



















