El sábado 8 de noviembre 100.000 personas llenamos la Avenida da Liberdade y las calles aledañas en Lisboa para bloquear la ofensiva del Gobierno contra los derechos laborales y sindicales. El “Paquete Laboral” anunciado por el primer ministro de la derecha, Montenegro, representa el peor ataque contra estos derechos desde la Revolución de los Claveles, y nos haría retroceder a la precariedad y la falta de protección laboral de principios del siglo pasado. Fue una gran manifestación combativa que mostró la voluntad de la clase trabajadora para luchar contra este Gobierno del capital.

Y esta demostración de fuerza, que refleja la enorme presión por abajo que tiene la burocracia sindical tras años de paz social que solo han traído retrocesos a los trabajadores y han envalentonado a la patronal y a la extrema derecha, culminó con el anuncio de una convocatoria de huelga general para el 11 de diciembre por parte de los dirigentes sindicales de la CGTP y UGT.

La intensa campaña mediática por parte de la burguesía, avalada y extendida también por la izquierda institucional y reformista, hablando de que toda la clase trabajadora y la juventud se está radicalizando a la derecha solo busca desmoralizarnos y ocultar la realidad. La convocatoria de esta huelga general es un acontecimiento de enorme importancia, después de más de una década sin una convocatoria de este tipo, demuestra que la polarización también se expresa por la izquierda y tiene el potencial de cambiar decisivamente la situación política con la entrada en acción de la clase trabajadora y la juventud precaria y empobrecida. Es en las huelgas, en las movilizaciones masivas donde demostramos y reconocemos nuestra verdadera fuerza.

El 11 de diciembre tenemos una oportunidad histórica para asestar un duro golpe a la derecha y a la extrema derecha, recuperar las calles, frenar los ataques y avanzar hacia una etapa de ofensiva en la conquista de derechos laborales, sociales y democráticos.

Los ejes de la ofensiva reaccionaria del Gobierno

Desde que asumió el poder, el Gobierno de derechas de Alianza Democrática (AD) no ha perdido tiempo en actuar como instrumento del ala más reaccionaria de la burguesía, dispuesto a recortar los derechos laborales y democráticos para garantizar mayores márgenes de ganancia. Ahora, con el apoyo de una mayoría absoluta de la derecha y la extrema derecha (Chega) en el Parlamento, y ante la inacción y falta de alternativa real por parte de la izquierda reformista, el Gobierno ha avanzado en esta legislatura de manera mucho más decisiva que en la anterior, profundizando los ataques contra los trabajadores inmigrantes y extendiéndolos a toda la clase trabajadora[1]. Estos se han sucedido con tal rapidez que es imposible mencionarlos todos, pero pueden agruparse en tres áreas principales.

La primera, la liquidación de los derechos laborales y sindicales de todos los trabajadores. La propuesta “Trabajo XXI” —el conocido ya como “Paquete Laboral”— modifica 110 artículos del Código de Trabajo (y nueve decretos complementarios) y pretende facilitar los despidos, ¡incluso sin justa causa! Despidos y desregulación de la jornada laboral, aumento de contratos precarios y una mayor facilidad para que expiren los convenios colectivos. También se atacan los derechos de paternidad, desde la reducción de las horas de lactancia hasta la obligación de que los padres trabajen los fines de semana. Se obstaculiza o impide la sindicalización y la propaganda sindical en el lugar de trabajo. Se cuestiona el derecho a la huelga, exigiéndose un porcentaje fijo de servicios mínimos, lo que en la práctica supone un boicot a las huelgas al impedir que los trabajadores interrumpan su actividad de forma unificada. Tras los clichés neoliberales de «flexibilidad», «eficiencia» y «desburocratización», los empresarios pretenden precarizar y atomizar a los trabajadores, dejándolos a merced de sus caprichos, contratando, despidiendo y decidiendo horarios y días de vacaciones sin ningún impedimento legal. ¡Una regresión a las condiciones laborales de principios del siglo XX!

La segunda, la destrucción o privatización de los servicios públicos y los despidos de funcionarios. El Gobierno pretende recortar casi 1.000 millones de euros del deteriorado Sistema Nacional de Salud (SNS) en los Presupuestos Generales del Estado de 2026 y reorganizar los fondos del Plan de Recuperación y Resiliencia (PRR) para reducir los presupuestos de sanidad, educación y transporte públicos en cientos de millones de euros. Además se avanza con la privatización de TAP (la aerolínea nacional) y tiene en el punto de mira a varias empresas públicas que escaparon a la ola de privatizaciones del Gobierno de Passos Coelho —su predecesor ideológico, perteneciente al PSD-CDS— y que, por ser rentables o competir con la aerolínea, resultan muy atractivas para las empresas privadas. La propia Seguridad Social está en peligro: miles de millones de euros son codiciados por fondos de pensiones y otros intereses privados para inversión y especulación, poniendo en riesgo las pensiones y otras ayudas sociales a la población. El Gobierno ha impulsado la “Reforma del Estado”, una forma encubierta de despido de empleados públicos y reasignación de fondos a instituciones que benefician a la burguesía, nuevamente bajo el pretexto de una “mayor eficiencia”. Las primeras víctimas han sido 18 organismos del Ministerio de Educación, Ciencia e Innovación, incluida la Fundación para la Ciencia y la Tecnología, responsable de la financiación científica.

Y la tercera, y más visible, es la agudización de los ataques contra los derechos de los trabajadores inmigrantes. La idea fundamental es dificultar la obtención de la nacionalidad para mantener a este importante segmento de la clase trabajadora (casi 1,5 millones) sin derechos y confinados a empleos precarios. El Gobierno modificó la Ley de Nacionalidad aumentando los requisitos para obtenerla, incrementando el tiempo de residencia necesario o exigiendo un mayor conocimiento del idioma y la cultura portuguesa. Existe, además, otro objetivo importante en todo esto: dividir a la clase trabajadora por motivos nacionales y raciales, y normalizar la idea de que los bajos salarios, el empeoramiento de las condiciones laborales, las crisis de vivienda, del sistema nacional de salud, etc. no son consecuencia del sistema capitalista, sino culpa de los inmigrantes. Estos ataques se apoyan en una intensa campaña de propaganda dirigida específicamente a criminalizar y deshumanizar a los trabajadores inmigrantes. La “percepción de inseguridad” fue impuesta a la población de uno de los países más seguros del mundo por los lacayos de la burguesía en los medios de comunicación con el objetivo de promover la destrucción de derechos y el fortalecimiento de las fuerzas represivas del Estado. El actual Ejecutivo aprobó la construcción de centros de detención y promulgó con celeridad una nueva “Ley de Extranjería” que crea una fuerza policial —la UNEF, con la perspectiva de alcanzar los 1.600 agentes— para aterrorizar, detener y expulsar a los extranjeros del país, tal como lo hace el ICE estadounidense.

Hay que subrayar que para esta ofensiva, el Gobierno del PSD-CDS cuenta con el pleno respaldo de la extrema derecha representada por Chega de André Ventura. Los dirigentes del PSD-CDS, la derecha tradicional, que durante años juraron no cruzar jamás la “línea roja” de gobernar con el apoyo de la extrema derecha, se retractaron rápidamente a la luz de los últimos resultados electorales. Pero no se trata de que cedan ante el programa de Chega ni de que lo adopten, como afirman algunos en la izquierda. Ese ha sido el programa del PSD-CDS durante décadas, simplemente no estaba en posición de implementarlo. De hecho, ya estaba en marcha durante el Gobierno de Passos Coelho (2011-2015), donde pudo impulsar sus ataques con el apoyo de las instituciones de la burguesía europea e internacional, yendo incluso más allá de lo que exigía la Troika. Ahora lo hace basándose en el auge global de la extrema derecha, especialmente de su líder, Donald Trump, cuyo programa para un segundo mandato está copiando al pie de la letra.

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Incluir las reivindicaciones de los migrantes y hacer un llamamiento a sus organizaciones para que se unan a la organización de la huelga generaldaría fuerza a la lucha de toda la clase trabajadora.

 
¡Construir la huelga general y desbordar las calles el 11 de diciembre! 

Los ataques del Gobierno nos tienen como objetivo a nosotros, los trabajadores precarios y empobrecidos, que nunca nos recuperamos de los ataques del Gobierno de Passos Coelho y que en gran medida se mantuvieron bajo el mandato de António Costa y el PSP. Según datos de la CGTP, 1,3 millones de los trabajadores tienen empleos precarios y 1,9 millones trabajan con horarios irregulares. Los bajos salarios, la peor crisis de vivienda de la OCDE y la inflación, provocada por la fijación de precios del capital monopolista, nos convierten en una de las clases trabajadoras más pobres de Europa, la diferencia entre el salario necesario para una vida digna (superior a 1.600€) y el salario mínimo (870€) es aún mayor. Dos millones de personas son pobres, a pesar de que muchas de ellas tienen trabajo.

Si se aprueba el “Paquete Laboral”, las degradadas condiciones en las que ya vivimos se agravarán de forma insoportable. Los trabajadores lo sabemos, al igual que sabemos que la magnitud de los ataques del Gobierno solo puede tener una respuesta apropiada: la organización desde abajo y la huelga general más contundente. Como se demostró el 8 de noviembre la determinación para echar atrás esta brutal agresión existe. Para lograrlo es necesario organizar esta huelga general y una gran manifestación nacional en Lisboa utilizando los métodos adecuados: desde las bases, a través de comités de huelga y sesiones plenarias que congreguen a todos los trabajadores de cada centro de trabajo para impulsar la huelga, donde se discuta y se vote democráticamente, sin sectarismos entre sindicatos ni distinción de categorías profesionales, con propaganda masiva en todos los centros de trabajo y barrios, con piquetes para impedir la entrada de esquiroles y convencer a otros trabajadores de unirse y evitar que se cercenen sus derechos por parte de los empresarios que amenazarán e intentarán reprimirnos con dureza.

Derrotar el “Paquete Laboral” sería un logro importante enorme, pero no podemos dejar de combatir los ataques contra nuestros hermanos y hermanas inmigrantes. Un ataque contra una parte de la clase trabajadora es un ataque contra toda la clase, y estos trabajadores poseen un inmenso potencial de lucha debido a su supererogación y su condición de ciudadanos de segunda clase. Pudimos constatar su brutal fuerza el 17 de septiembre con la manifestación de más de 5.000 personas frente a la Asamblea de la República. La CGTP tiene que incluir sus reivindicaciones también y hacer un llamamiento a las organizaciones de inmigrantes —así como a los sindicatos independientes y otras organizaciones combativas— para que se unan a la organización de la huelga general, lo que infundiría la fuerza y el entusiasmo que tanto necesita la lucha de toda la clase trabajadora.

La burguesía y el Gobierno temen la fuerza de nuestra clase, y por eso su presión para detener la huelga general será inmensa. Pero no podemos ceder. Al contrario, la mejor garantía para derrotar sus ataques reside en la movilización más masiva posible el 11 de diciembre y en la construcción de un plan de lucha que se extienda más allá de ese día, con demandas que resuelvan los problemas reales de la población. No solo para detener los ataques actuales, sino para revertir las reformas anteriores, lograr aumentos salariales, nacionalizar sectores estratégicos bajo control obrero, garantizar servicios públicos de calidad, acabar con las políticas militaristas y revertir todas las medidas autoritarias y represivas impuestas contra los derechos democráticos.
 
Solo la lucha de masas, en los centros de trabajo y en las calles, puede demostrar la verdadera fuerza de nuestra clase y hacer retroceder a la reacción. Ha sido el movimiento internacional de masas por el fin del genocidio del pueblo palestino el que, con sus multitudinarias manifestaciones y huelgas generales que comenzaron a amenazar la estabilidad de los Gobiernos cómplices del genocidio, obligó a los estados genocidas de Estados Unidos e Israel a maniobrar y presentar un “plan de paz” farsa para tratar de desactivar esa movilización. En Portugal, también hemos tenido enormes movilizaciones, las marchas del 25 de abril, las manifestaciones del Orgullo LGBTI+ o antifascistas y, especialmente, por Palestina. Si la extrema derecha no se ha atrevido a salir a las calles durante meses, es porque fue expulsada por estas grandes y combativas movilizaciones contra el genocidio sionista, especialmente en los días posteriores al secuestro de los miembros de la Flotilla Global Sumud, cuando miles de personas ocuparon y bloquearon las principales calles de Lisboa y Oporto.

Un plan de lucha que vaya a más y que tome la huelga general del 11 de diciembre como un primer paso hasta conseguir echar atrás todos los ataques es la vía para revertir los ataques y retrocesos sociales y laborales y la tendencia creciente de la extrema derecha. Hasta esta convocatoria, la ofensiva de la derecha y la extrema derecha no había encontrado oposición por parte de una izquierda reformista en crisis que lo ha apostado todo al cretinismo parlamentario, abandonando en los hechos la organización militante y la lucha en la calle.

Si quieren jugar algún papel, las direcciones del Bloque de Izquierda (BE) y del Partido Comunista (PCP) tiene ahora una nueva oportunidad para rectificar. Necesitan confiar en la clase trabajadora, salir a las calles y organizar de forma unificada, democrática y no sectaria el enorme potencial de movilización que existe, apoyando e impulsando el movimiento y adoptando una política que confronte de verdad con los grandes poderes económicos y que no se conforme con el mal menor. Tienen que abandonar ya sus esperanzas en que el PS lidere la oposición en el Parlamento e incluso llegan a formar coaliciones con él, como hizo el BE en las elecciones municipales de Lisboa. La época histórica de la socialdemocracia europea ha terminado: con la creciente pérdida de posiciones del imperialismo europeo frente a los grandes bloques imperialistas, las burguesías europeas ya no pueden ofrecer migajas a la clase trabajadora. Es tiempo de una lucha de clases abierta. Y los partidos reformistas que no se radicalizan a la izquierda firman su testamento político bajo la apariencia de la socialdemocracia.

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Todos a la Huelga General del 11 de diciembre, una oportunidad histórica para asestar un duro golpe a la derecha y a la extrema derecha, recuperar las calles, detener los ataques y avanzar en la conquista de los derechos laborales, sociales y democráticos.

¡Hay que levantar una alternativa revolucionaria!

Ante la crisis del capitalismo y el imperialismo occidental, existe una tendencia general a que los Gobiernos burgueses intensifiquen sus ataques y a que la extrema derecha crezca. Pero esto, sumado al genocidio del pueblo palestino, está alimentando una polarización hacia la izquierda a nivel internacional. La clase trabajadora ha demostrado en numerosas ocasiones que tiene la voluntad y la fuerza para enfrentar este sistema bárbaro que es el capitalismo. El problema no es nuestra falta de conciencia. Lo que necesitamos es levantar una alternativa que se base en el marxismo revolucionario, en el programa del genuino socialismo y en los métodos de la lucha obrera. Esta es la tarea en la que estamos empeñados los compañeros y compañeras de Esquerda Revolucionária y te invitamos a discutirla para construir la resistencia antifascista, de clase y socialista.

Luchamos por:

  • ¡Abajo el “Paquete Laboral”! Fin a los contratos precarios, los bancos de tiempo, la expiración de los convenios colectivos, etc. Aumento del salario mínimo nacional y de los sueldos de los funcionarios públicos a niveles dignos, y reducción de la jornada laboral a 30 horas semanales.

  • ¡Abajo la “Ley de Nacionalidad” y la “Ley de Extranjería”! Igualdad de derechos para los inmigrantes y sus familias, y derecho a obtener la nacionalidad si así lo desean. Abolición de la AIMA, la UNEF y el resto de la policía.

  • Fin inmediato de todas las privatizaciones en curso y planificadas (TAP, RTP, etc.). Renacionalización de los servicios públicos privatizados, contratación de más personal y respeto de los derechos laborales.

  • Un Sistema Nacional de Salud público, gratuito y de calidad para todos; mayor financiación; contratación inmediata de miles de trabajadores de la salud y nacionalización de la sanidad privada.

  • Educación totalmente gratuita desde preescolar hasta la universidad y formación profesional. Acabar con la precariedad laboral en la educación: acceso al mercado laboral para todos los profesionales. Nacionalización de las escuelas privadas.

  • Resolver la crisis de la vivienda: expropiación sin compensación de fondos inmobiliarios, grandes propietarios de inmuebles de alquiler y bancos. Creación de un sistema nacional de vivienda pública con renta social asequible. Prohibir todos los desahucios y desalojos.

  • Contra la violencia sexista, la justicia patriarcal y la discriminación transfóbica/queerfóbica. Igual trabajo, igual salario. Derecho al aborto libre y accesible en el Sistema Nacional de Salud. Educación sexual en las escuelas. Plenos derechos para la comunidad trans.

  • ¡Abajo las guerras imperialistas y el militarismo! ¡Fin a la OTAN y al plan de rearme de la Unión Europea! ¡Ni un céntimo para el militarismo!

  • Poner fin al genocidio del pueblo palestino. Romper todos los lazos entre Portugal, las empresas portuguesas y las instituciones con el Estado genocida de Israel

  • Nacionalización sin compensación de empresas estratégicas y de todo el sector bancario para garantizar los recursos necesarios para la ejecución de estas medidas y poner la gigantesca riqueza acumulada durante décadas por los capitalistas al servicio del bienestar de la inmensa mayoría de la población.


¡Únete a Esquerda Revolucionária!

 

[1]     Para profundizar en la situación política puedes consultar el artículo Construir a greve geral e a alternativa revolucionária para travar a ofensiva do governo

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