¡Es la hora de construir un partido de los trabajadores en EEUU!

EEUU lidera las cifras de muertes y contagios por Covid-19 a escala mundial. Millones de familias norteamericanas padecen una situación dramática y la hecatombe económica tomará el relevo a la crisis sanitaria. Cuando el capitalismo muestra su completa incapacidad para resolver las necesidades de las masas y la lucha por transformar la sociedad adquiere más urgencia que nunca, Sanders ha elegido retirarse y apoyar a Joe Biden, el candidato del aparato del Partido Demócrata y fiel defensor de los intereses de la burguesía.

Zanjas abiertas en los parques para enterrar en fosas comunes a los muertos de la pandemia: esta es la imagen que ilustra a la perfección la barbarie que azota hoy a las familias trabajadoras en EEUU. En el otro lado, republicanos y demócratas aprueban el mayor paquete de rescate de la historia para las grandes empresas y al capital financiero. Los efectos de la desigualdad en la primera potencia mundial hablan por sí solos. Mientras los grandes capitalistas son salvados con recursos públicos, más de 22 millones de trabajadores han solicitado ayudas al desempleo en el último mes. Más desgarrador aún es el dato de muertes en la ciudad de Nueva York, la más golpeada: el 83% de los fallecidos se concentran en el Bronx, Queens y Brooklyn, los barrios más humildes y con mayor población negra y latina.

El empobrecimiento masivo ha sido una de las bases sobre las que se han levantado las cifras de crecimiento económico ininterrumpido en el último período, de las que tanto presumía Donald Trump. Es también uno de los factores que explican el gran giro a la izquierda operado en la sociedad estadounidense, que encontró su expresión política en el movimiento de apoyo a Bernie Sanders, alcanzando unas dimensiones y una fuerza tremendas y provocando una profunda preocupación en la clase dominante.

El Partido Demócrata no se puede reformar

Sanders ha hecho bandera de declararse abiertamente como “socialista”, abogando por ideas progresistas que, en comparación con sus adversarios del Partido Demócrata, aparentaban ser radicales: un salario mínimo de 15 dólares la hora, sanidad universal, pública y gratuita, la cancelación de la deuda de los estudiantes... Pero Sanders nunca ha sido un marxista, ni ha defendido la necesidad de derrocar el capitalismo. Esto no resta ni un ápice de importancia al tremendo movimiento sobre el que se ha levantado y con el que ha logrado mítines de masas, ni a la campaña de movilización de miles de voluntarios que, desde abajo, ha logrado recaudar donativos nunca antes vistos, despertando verdadera ilusión entre los sectores más oprimidos de los trabajadores y trabajadoras, de la comunidad latina y, muy especialmente, entre la juventud. Ese movimiento y lo que expresa es lo verdaderamente relevante de todo esto.

La clase dominante norteamericana ha sido plenamente consciente de este punto y por eso la feroz campaña desatada contra el veterano de Vermont y dirigida desde los despachos del propio Partido Demócrata. Su intento por descabezar el movimiento no buscaba otra cosa que aplastar y desmoralizar a los cientos de miles de activistas que lo han nutrido.

La experiencia de las primarias en 2016 dejó claro, una vez más, la imposibilidad de transformar el Partido Demócrata. El aparato utilizó todas las artimañas posibles para cerrar el paso a Sanders. Ya entonces, el debate sobre la necesidad de crear un partido de la clase trabajadora y la juventud, apoyándose en el movimiento y la campaña tan formidable, alcanzó una dimensión importante, pero lamentablemente Sander se negó a dar el paso. Entonces defraudó a una parte muy amplia de su base social, que no dejó de empujar en esa dirección durante estos años.

Las fuerzas redobladas con las que arrancó la campaña de primarias en 2020, con victorias muy importantes en California o New Hampshire generaron grandes ilusiones en que Sanders podría convertirse en el candidato a la Casa Blanca en esta ocasión. Por otro lado, el intento de pucherazo en Iowa, la presentación de candidatos mal llamados “progresistas” como Warren para hacerle sombra, los intentos desesperados de Obama o Hillary Clinton por desacreditarle públicamente... también eran una gran advertencia de que el aparato del partido no iba a tolerar tal cosa. El Partido Demócrata es un pilar del sistema, en su ADN está la defensa de los intereses de la clase dominante. Por tanto, pensar que desde dentro es posible cambiarlo es simplemente una utopía. Por segunda vez, los hechos prueban esta realidad.

Por qué ha renunciado Sanders y los límites del reformismo

Es indiscutible que para sus seguidores la renuncia de Sanders a dar la batalla hasta el final y la forma en que lo ha hecho supone un fuerte mazazo. Muchos de ellos se estarán preguntando cómo es posible que haya abandonado en esta situación, cuando se acercan momentos decisivos en la lucha de clases. Aún peor, cómo es posible que no solo haya renunciado a lanzar su candidatura independiente, sino que esté dando su apoyo explícito a Joe Biden.

Bernie está insistiendo en que tiene muchas cosas en común con Biden, cuando lo cierto es que el programa y el historial del que fue vicepresidente con Obama (promotor del programa de rescate bancario de 2008, defensor de la intervención imperialista en Iraq, contrario a la sanidad universal…) están en completa contradicción con lo defendido por su movimiento.

La justificación utilizada por Sanders para apoyarle ha sido básicamente que ambos tienen un enemigo común, Donald Trump, y que ya que su victoria en las primarias era imposible, se trata de sumar fuerzas para evitar el peor escenario y evitar la reelección del magnate neoyorkino.

Esta decisión revela otras consideraciones de primer orden. En primer lugar, una enorme falta de confianza en que una alternativa al capitalismo es posible y que la clase trabajadora y la juventud tienen la capacidad de hacerla realidad. En segundo lugar, y como consecuencia directa de lo anterior, adoptar una decisión “pragmática” que se resume en la “política del mal menor”: mejor Biden que Trump. ¡Pero Biden no es ninguna alternativa para la clase trabajadora! Por mucho que adopte unas formas más amables que el actual presidente, ya ha demostrado de sobra de qué lado de la barricada se encuentra. En una situación como la que se abre en EEUU –intensificación de la polarización y recrudecimientos del enfrentamiento entre las clases– sobra decir de qué lado estará.

Lo cierto es que Sanders ha demostrado aceptar de principio a fin la lógica del sistema y, en una coyuntura crítica como la actual, ha decidido comportarse de forma “responsable”, como un verdadero hombre de Estado. No ha hecho falta pucherazo en la Convención Demócrata ni recurrir a maniobras como los “superdelegados”: se ha ido él solo y por su propio pie, sin protestar. Y además no se ha ido para construir una alternativa fuera del Partido Demócrata, sino para apuntalarlo. Un gravísimo error que desarma a los sectores más oprimidos de los trabajadores, que lanza el mensaje de que no es el momento de la lucha y que, en la práctica, legitima las políticas capitalistas de los demócratas.

Las cosas se ponen serias y no es momento de abrir ninguna grieta que pueda dar más fuerza a un movimiento que ha desafiado a la burocracia sindical y pasado por encima de ella, que ha denunciado el descrédito de las instituciones burguesas, que ha identificado claramente a su enemigo de clase y que sabe que romper con la dictadura de los capitalistas es la única forma de lograr sus derechos. Es demasiado peligroso. Mejor que siga contenido en el viejo esquema de “demócratas y republicanos” que dar el menor aliento a la idea de que otro camino es posible, el único posible para las masas.

“Te quiero en la Casa Blanca y haré todo lo que pueda para que eso ocurra”

Con estas declaraciones comunicaba Bernie Sanders el respaldo a la candidatura de Joe Biden, quien le respondía: “Te necesito para gobernar”. Le van a usar y desacreditar todo lo que puedan.

Obama y Warren cambiaban el gesto torcido de estos meses por elogios al senador de Vermont y a su ofrecimiento de colaborar. Tras esta cuidada puesta en escena se esconde una claudicación de grandes dimensiones que también otros dirigentes de la izquierda democrata comparten. Por ejemplo, Alexandria Ocasio-Cortez, que unas semanas atrás decía que “en cualquier otro país del mundo sería imposible que ella y Biden estuvieran en el mismo partido”, ahora también ha hecho público su apoyo.

La estrategia de los demócratas es tratar de arrastrar el voto de los seguidores de Sanders y con ese objetivo Joe Biden ha asumido –de palabra– algunas de las reivindicaciones del senador, como el salario de 15 dólares la hora o la cancelación de la deuda de los estudiantes. Ninguna referencia a la demanda estrella de Bernie, el Medicare for All (sanidad universal pública y gratuita), por parte de ninguno de los dos. ¿Cómo es posible un olvido semejante en un momento en el que el negocio de la sanidad privada ha arrasado las vidas de más de 52.000 personas en EEUU? No es ningún olvido, sino una decisión consciente: Sanders ha decidido colaborar y poner su autoridad al servicio de del sistema.

¿Qué consecuencias tendrá esto en las presidenciales de noviembre?

Es difícil hacer una previsión cerrada de lo que sucederá en esos comicios. La situación en EEUU es potencialmente explosiva, pero no se puede descartar una nueva victoria de Trump. El magnate no ha dejado de defender en todo momento los intereses de la oligarquía norteamericana y con su demagogia moviliza a las capas más reaccionarias de la sociedad, a sectores amplios de la pequeña burguesía que exigen mano dura para contener los salarios y los derechos de los trabajadores, especialmente de los inmigrantes, y también a un segmento de obreros atrasados y desesperados por la crisis.

La falta de una alternativa a la izquierda que rompa con la lógica del capitalismo alimenta sus posibilidades. Así lo hemos visto en las protestas que desafiaban el confinamiento en Michigan, Kentucky, Carolina del Norte, Ohio, Utah, Nevada, Indiana o Maryland, alentadas por el presidente. Protestas pequeñas pero con manifestantes armados con fusiles de asalto, que dan una pista de la tremenda polarización existente en la sociedad norteamericana, y que se va a profundizar.

Por supuesto esta no es la única posibilidad. Todos estos acontecimientos, y muy especialmente las consecuencias dramáticas de la pandemia, están golpeando la conciencia de millones de trabajadores y la juventud. Las conclusiones más acabadas que empujan a la necesidad de un genuino partido de los trabajadores también crecerán entre capas amplias de sectores ya radicalizados, y la lucha de clases se hará aún más visible.

Es lo que vemos en pequeños episodios, como lo ocurrido en Denver, cuando médicos vestidos de uniforme salían del hospital y enfrentaban a los manifestantes de extrema derecha y les cortaban el paso, a pesar de sus amenazas e insultos racistas. También en las huelgas y protestas improvisadas en algunas zonas, como las protagonizadas por las enfermeras y sanitarios en California reivindicando medios para protegerse y atender la crisis sanitaria, o la de los trabajadores de supermercados en Boston exigiendo medidas de seguridad ante el alarmante número de positivos entre sus filas. Algunos almacenes de Amazon, como el Staten Island en Nueva York, también pararon su actividad por la imposición de sus trabajadores. No han sido los únicos. Paros espontáneos y temporales se han producido en plantas de Ford, General Motors y Fiat- Chrysler, donde los trabajadores forzaron la paralización de las líneas de montaje ante la falta de seguridad para su salud. Son solo algunos chispazos, pero que anuncian lo que está por venir.

El aparato demócrata cuenta con que, al final, muchos de estos sectores se inclinarán por el voto a Biden en las próximas elecciones y evitar una nueva victoria de Trump. Pero sería un error completo identificar esto con el final del giro a la izquierda en la conciencia de millones de estadounidenses que se ha gestado en la última década.

¡Necesitamos un partido de los trabajadores!

La experiencia acumulada del movimiento es un tremendo capital que no se ha evaporado. La renuncia de Sanders y el camino que ha elegido será una experiencia amarga para muchos, un jarro de agua fría. Pero las lecciones serán también muy importantes para el futuro de la lucha de clases en EEUU.

Entre los dirigentes de las principales organizaciones de la izquierda, como el DSA (Demócratas Socialistas de América), cunde la confusión más extrema. Poniendo todas sus esperanzas en transformar el Partido Demócrata, han insistido en mantener estas ataduras políticas pensando que una tercera vía no tendría opciones electorales. Este enfoque reformista, colmado de cretinismo parlamentario, les hace renunciar a lo más importante: crear un partido de lucha para intervenir en los acontecimientos con un programa revolucionario. Los límites de su estrategia no solo se han comprobado en la práctica, han hecho aguas.

Las condiciones materiales que impulsaron el movimiento pro Sanders no solo no van a desaparecer sino que se van a multiplicar y endurecer en los próximos meses y años. La clase dominante tendrá que enfrentarse con este factor. Cuando hablamos de una crisis que encuentra su precedente más cercano en los años 30 del siglo pasado, no podemos olvidar tampoco las consecuencias que tuvo en la lucha de clases de EEUU, el avance de las huelgas masivas, de la escisión por la izquierda del movimiento sindical, y del crecimiento de las organizaciones que se reivindicaban marxistas.

La clase trabajadora no va a permanecer impasible ante estos acontecimientos colosales. La cuestión es cómo prepararse para enfrentar esa batalla y la experiencia nos dice que nuestra clase necesita de sus propias herramientas para la lucha. Necesita un partido obrero, independiente, que defienda sus intereses de clase, que defienda una alternativa socialista revolucionaria, la única capaz de dar respuesta a las aspiraciones de las masas en esta situación. Sanders no va a hacerlo, pero son muchos las trabajadoras y trabajadores, con la juventud a la cabeza, que sí están dispuestos, que necesitan esa herramienta con urgencia. Ahora más que nunca es necesario levantar esa bandera en EEUU. Ahora más que nunca ¡Socialismo o barbarie!

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