Las imágenes de decenas de miles de manifestantes desafiando y resistiendo heroicamente en Los Ángeles la brutal represión ordenada por el Gobierno ultraderechista de Donald Trump han dado la vuelta al mundo.

El levantamiento imparable de la juventud y la clase obrera migrante de Los Ángeles está extendiéndose a decenas de ciudades más y ya se han anunciado manifestaciones unitarias en todo el país para este 14 de Junio que serán multitudinarias.

Estamos ante uno de los estallidos más potentes en años, un movimiento de masas contra las redadas del ICE y las políticas abiertamente racistas del Gobierno trumpista que remite inevitablemente a las revueltas por el asesinato de George Floyd, cuando el propio Trump tuvo que esconderse en el búnker de la Casa Blanca.

El coraje y valentía de las masas de Los Ángeles muestra al conjunto de la clase obrera estadounidense el camino para derrotar las medidas cada vez más autoritarias y  antidemocráticas del trumpismo. Hoy, son los migrantes latinoamericanos el blanco de su ofensiva y quienes toman las calles para oponerse a este Gobierno ultraderechista. Pero las políticas de Trump tienen su origen en la profunda decadencia y crisis interna del imperialismo estadounidense y representan una declaración de guerra al conjunto de los oprimidos.

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El levantamiento de la juventud y la clase obrera migrante de Los Ángeles  está extendiéndose a decenas de ciudades más y ya se han anunciado manifestaciones unitarias en todo el país para este 14 de Junio. En la foto manifestación en Nueva York el 10 de junio. 

La ofensiva racista de Trump desata una respuesta ejemplar

Desde enero, la ofensiva antimigrante ha provocado la deportación de 72.179 personas[1], la mayoría de origen latinoamericano. La saña con que se están ejecutando estas políticas ha empujado a miles de migrantes —incluidos muchos con papeles, jóvenes de segunda generación y familias enteras— a tomar las calles.

Las detenciones ya no ocurren solo en redadas nocturnas, sino dentro de los mismos tribunales migratorios donde las personas acuden a regularizar su estatus.

Las últimas semanas, la mayoría de las detenidas han sido mujeres, madres que eran arrestadas mientras sus hijos permanecían en la escuela. Muchos y muchas migrantes, incluso documentados, temen salir de sus casas por el riesgo de ser detenidos sólo por su color de piel, pues los agentes del ICE no se detienen a verificar si son legales o no. Centenares de esos migrantes (incluidos muchos que habían conseguido el reconocimiento legal de su estatus por parte del Gobierno estadounidense) han sido deportados a auténticos campos de concentración como el de Guantánamo o la macro cárcel construida por Bukele en El Salvador como si fuesen presos de guerra o peligrosos criminales.

La gota que ha derramado el vaso fue una redada particularmente salvaje frente a un Home Depot en el distrito de Paramount: un convoy militarizado, armado con metralletas, ejecutó un operativo de ocho horas que dejó decenas de migrantes detenidos. Fue una operación de guerra contra trabajadores desarmados.

La respuesta no se hizo esperar. Más de 10.000 personas tomaron las calles de Los Ángeles para frenar esta ofensiva. Esta movilización se enlaza con las protestas del 5 de abril que recorrieron todo el país y se convirtieron en un verdadero levantamiento popular. Lo que comenzó como un mitin frente a un centro de detención migratoria se transformó en una manifestación masiva, nutrida por columnas que marchaban desde distintos puntos de la ciudad.

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La gota que ha derramado el vaso fue una redada particularmente salvaje frente a un Home Depot en el distrito de Paramount: un convoy militarizado, armado con metralletas, ejecutó un operativo de ocho horas que dejó decenas de migrantes detenidos. 

La hipocresía de los demócratas

Aunque el Gobernador demócrata de California, Gavin Newsom, se llene la boca presentándose cínicamente como defensor de los migrantes, la realidad es que la policía de California (LAPD), en coordinación con la Guardia Nacional y la Highway Patrol, reprimió brutalmente al movimiento. Se utilizaron gases lacrimógenos, balas de goma y granadas aturdidoras. Al menos 70 manifestantes fueron arrestados y hubo decenas de heridos.

Trump, que empezó desplegando 300 agentes de la Guardia Nacional en California sin el consentimiento del gobernador ha enviado ya más de 2.000. Esto constituye una violación legal sin precedentes desde 1965. Para justificar este despliegue de un cuerpo policiaco-militar como la Guardia Nacional ha invocado la Ley de Insurrección de 1807. Pese a ello, no ha logrado disolver la protesta.

El brutal despliegue represivo ha continuado enviando también efectivos de un cuerpo utilizado históricamente para invadir otros países como los marines, conocido por su brutalidad, torturas y crímenes de guerra.

Para justificar esta represión salvaje, Trump está recurriendo a un discurso fascistoide tachando a los manifestantes de “invasores”, “insurreccionistas” y “amenaza a América”, afirmando que si no hubiese enviado a la policía y el ejército Los Ángeles estaría destruido, cuando la violencia para romper y atacar las manifestaciones pacíficas -como muestra un sinfín de grabaciones y testimonios- ha sido desatada por el Estado.

La violencia real no viene de los manifestantes, sino de las políticas racistas y represivas de los dos partidos de la clase dominante: los republicanos, por supuesto, pero también los demócratas, cuyo discurso hablando de paz esconde la aplicación de políticas capitalistas y racistas contra los migrantes que han asfaltado además el camino al trumpismo.

Los Gobiernos de Biden y Obama deportaron un número de migrantes similar al que lleva Trump y mantuvieron muchas de las leyes y medidas que  este utiliza ahora. El Gobierno demócrata de Biden inicio la complicidad con el holocausto contra el pueblo palestino que está llevando a cabo el régimen nazisionista de Netanyahu con el apoyo entusiasta de Trump.

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La violencia real viene de las políticas racistas y represivas de los dos partidos de la clase dominante: los republicanos, por supuesto, pero también los demócratas, cuyas políticas han asfaltado además el camino al trumpismo. 

El enemigo interno

Durante las últimas horas Trump ha amenazado incluso con encarcelar al gobernador de California y la alcaldesa de L.A. porque estos dos líderes demócratas, tras ordenar y justificar inicialmente la represión, han tenido que hacer declaraciones denunciando la brutalidad del Gobierno presionados por el ambiente de rechazo masivo a esta y de apoyo a los manifestantes que existe entre la población. Pero la verdadera cara de los demócratas ha vuelto a mostrarse con la declaración del toque de queda por parte de la alcaldesa de Los Ángeles.

Las amenazas de Trump no solo son bravatas, reflejan sus tendencias autoritarias y semidictatoriales y la gravísima amenaza que representa este Gobierno ultraderechista para la clase obrera estadounidense, tanto nativa como migrante.

Este lunes y martes las movilizaciones continuaron. Exigieron, entre otras cosas, la liberación de David Huerta, dirigente del SEIU acusado de conspiración. La lucha se está extendiendo, ya hay protestas en 19 ciudades, incluyendo Austin, Houston, San Antonio y Dallas (Texas), en el corazón de la reacción[2].

El Gobierno necesita escalar la violencia. No solo para disciplinar a la población migrante, sino para aplastar toda resistencia de la clase trabajadora en su conjunto.

A la fecha, Trump ha desplegado 10.000 soldados en la frontera sur, 20.000 agentes de la Guardia Nacional en operativos de deportación masiva y ha establecido “zonas de defensa nacional” en regiones fronterizas de Texas y Nuevo México. Hoy intenta legitimar la ocupación de Los Ángeles con 4.100 soldados adicionales y 700 marines.

El objetivo es asegurar la consolidación de un proyecto autoritario al servicio de la oligarquía que Trump llama con cinismo la “Gran Hermosa Ley”. La meta es clara: militarizar la sociedad estadounidense, sembrar el miedo y aplastar cualquier forma de resistencia social.

Este programa ultraderechista representa un ataque brutal al presupuesto público: recortes de hasta 56% en ciencia, salud pública e investigación, eliminación de Title I (complemento de la financiación estatal y local para niños de bajo rendimiento, especialmente en escuelas de alta pobreza) y subsidios educativos, despidos masivos en el sector público, eliminación de derechos contra la comunidad sexodiversa, y desmantelamiento del Medicare. No es solo un ataque a los migrantes: es una declaración de guerra contra toda la clase trabajadora.

Mientras la hegemonía global de Estados Unidos se desmorona —desde la derrota en la guerra en Ucrania hasta la confrontación arancelaria fallida con China—, ahora intensifica la opción de reforzar la explotación interna. Para que las élites económicas mantengan sus privilegios, necesitan quebrar los derechos sociales y laborales de millones. Pero esta ofensiva desesperada puede volverse en su contra.

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Trump ha desplegado 10.000 soldados en la frontera sur y 20.000 agentes de la Guardia Nacional en operativos de deportación masiva. Hoy intenta legitimar la ocupación de Los Ángeles con 4.100 soldados adicionales y 700 marines. 

La lucha de la clase obrera migrante de EEUU marca el camino

La única salida para derrotar este proyecto autoritario es organizar a la clase trabajadora en lucha, dentro y fuera de EE. UU.

Los republicanos, utilizan la clásica demagogia de la ultraderecha culpando a la migración de todos los males del país. Pretenden utilizar a las y los migrantes para justificar la militarización y desviar la atención del enemigo real, del responsable de la crisis económica brutal y el deterioro en los niveles de vida y los derechos de la clase trabajadora que no es otro que la misma clase que representa Trump, los especuladores y millonarios que han desvalijado el país durante décadas.

Frente a estas amenazas el doble discurso de los demócratas, criticando de palabra a Trump cuando en la práctica han aplicado políticas muy similares es pura hipocresía. Lloran lágrimas de cocodrilo frente a la brutalidad de la policía cuando se han beneficiado por años de la ilegalidad de los migrantes para mantener un voto cautivo con falsas promesas y facilitar su explotación por los empresarios. 

Tampoco los Gobiernos latinoamericanos son aliados de las masas que desafían a Trump en las calles. Incluso los supuestamente “progresistas” que en realidad actúan como subordinados de Trump. Un ejemplo claro es el Gobierno de Claudia Sheinbaum, que mientras crítica en palabras a Trump a militarizado la frontera norte con 10.000 elementos de la Guardia Nacional y calla en las mesas del T-MEC sobre la regularización de migrantes.

La comunidad migrante es columna vertebral de la economía estadounidense: 90% de la fuerza agrícola, 30% de la construcción. Solo en Los Ángeles, viven más mexicanos que en cualquier ciudad del mundo fuera de México, hay 65 millones de latinos en EEUU, de los cuales 38 millones son mexicanos, de ellos sólo 4 millones están sin papeles. Tenemos el poder para asestar un gran golpe a este Gobierno reaccionario.

En este momento las manifestaciones abarcan ya decenas de ciudades y siguen extendiéndose imparables. Es hora de dar el siguiente paso: crear comités antirredadas, unificar la lucha contra las deportaciones con la lucha contra los recortes, contra la militarización y por la caída del Gobierno de Trump y organizar una huelga general de trabajadores nativos y migrantes.

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Es necesario levantar una izquierda revolucionaria en EEUU que rompa con el capitalismo y sus partidos, que plantee la expropiación de los grandes bancos y monopolios para poner toda la riqueza en manos de la clase trabajadora. 

Hay que llamar a los trabajadores y trabajadoras afiliados a la AFL-CIO —con más de 15 millones de miembros— a unirse a las movilizaciones y que obliguen a sus dirigentes a apoyar esta lucha. La política de discursos vacíos de la burocracia sindical vinculada al Partido Demócrata es otro de los factores que ha permitido avanzar al trumpismo.

Las movilizaciones con epicentro en Los Ángeles están sacudiendo todos los Estados Unidos, mostrando una fuerza inmensa y marcando el camino al resto de la clase obrera. Sólo la lucha masiva en las calles, como están mostrando las y los trabajadores migrantes, unificando las reivindicaciones del conjunto de la clase obrera, puede derrotar esta declaración de guerra de Trump y las grandes corporaciones que le apoyan contra la clase obrera.

Las movilizaciones contra Trump son un reto y una oportunidad para la izquierda combatiente en EEUU en América Latina y el resto del mundo. Es urgente articular una campaña internacionalista de solidaridad activa con la lucha de la clase obrera migrante, y convertirla en una demostración de fuerza contra toda la ultraderecha global y su jefe de filas.

Este extraordinario levantamiento de los sectores más oprimidos de nuestra clase muestra el camino de la revolución. Debemos entender y aprender de esta reacción espontánea, que pone de manifiesto décadas de sufrimiento, explotación, violencia policial y racismo institucional. Una confirmación de lo que hemos señalado en numerosas ocasiones: las condiciones están maduras para construir una organización militante de la clase obrera estadounidense, que rompa definitivamente con los demócratas, y que levante la bandera de la revolución socialista.

Adelante compañeras y compañeros. A vencer con la unidad, la lucha y la fuerza de nuestra clase.

 Notas:

[1]Reclamaciones de Trump sobre la Aplicación de la Inmigración: Retórica vs Realidad

[2] Protests Spread Beyond Los Angeles as National Tensions Mount Over Immigration Raids

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