En los últimos meses hemos visto síntomas de una verdadera explosión en EEUU, que sigue la estela que marcó el comienzo de los acontecimientos revolucionarios en Egipto y Túnez y que ha tenido su propia versión en diferentes países, como el 15-M en el Estado español o los indignados en Israel. La rebelión en Wisconsin hace apenas un año fue la primera chispa de lo que anunciaba ser el principio de un proceso de despertar a la política para miles de jóvenes y trabajadores.

El siguiente episodio que marcó un antes y un después fue el surgimiento del movimiento Occupy Wall Street (OWS), que se hacía eco de las demandas sociales más sentidas y que ponía en el punto de mira a Wall Street. Las manifestaciones, acampadas y actos de solidaridad se extendieron como la pólvora por todo el país, generando una enorme simpatía con sus principales consignas hasta que la represión contra los acampados prendió aún más la mecha
El movimiento en respuesta a la represión alcanzó el pasado mes de octubre, en la ciudad de Oakland, su punto álgido. Después de celebrar asambleas con miles de personas se había convocado por parte del movimiento OWS una huelga general. A pesar de que la burocracia sindical se resistía a apoyar la convocatoria, sí que lo hicieron los estibadores y las bases de su sindicato, ocupando el puerto (el cuarto más importante de EEUU) y paralizándolo completamente. Lo más importante es que esto marcó la incorporación decidida del movimiento obrero organizado a la lucha.
Como hemos podido ver ya en varias ocasiones, los sindicatos, como la AFL-CIO, han sido muy reacios a tomar parte en todo el movimiento OWS, aunque en muchas ocasiones la presión ha sido tan fuerte que no les ha quedado más remedio que hacerlo, como ya había ocurrido en Wisconsin, por ejemplo.
El movimiento OWS ha convocado para el próximo Primero de Mayo una huelga general. Literalmente llaman a celebrar “un día sin el 99%: no ir al trabajo, no ir a la escuela, no ir de compras”, y a “tomar las calles”. Es necesario especificar que, a pesar que el Primero de Mayo se celebra a nivel internacional en conmemoración de los llamados “mártires de Chicago”, en EEUU no es un día festivo. Por otro lado, también es cierto que la pugna por recuperar esta fecha revolucionaria se ha dado en la práctica desde las multitudinarias marchas de los inmigrantes en 2006 o en 2010 contra las reaccionarias leyes antiinmigración que se estaban implantando en algunos estados.
Ante esta convocatoria los sindicatos tampoco han querido dar su apoyo oficial, aunque esto no ha impedido que miles de trabajadores hayan participado activamente en las marchas preparatorias que desde el 16 de marzo están teniendo lugar para popularizar la convocatoria e ir calentando motores. No cabe duda de que si los sindicatos apoyasen esta convocatoria, la huelga sería un éxito tremendo. Pero lo que también es inequívoco es que, a pesar de los límites que supone el hecho de que las principales centrales sindicales no se unan a la huelga, la clase obrera norteamericana ha comenzado a andar un camino que no va a abandonar y eso también va a tener su expresión dentro de los propios sindicatos, como ya hemos podido ver a pequeña escala con ejemplos como el de la huelga en Oakland, una demostración de fuerza enorme y un revulsivo para el movimiento.

 

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