El gobierno vende “humanitarismo” y “relevancia internacional” para intentar mejorar su imagen

El espectáculo organizado con motivo de la inauguración del campamento de refugiados afganos de Torrejón de Ardoz – unas endebles tiendas de campaña que acogerán a un máximo de 800 personas durante “uno o dos días” - sería motivo de burla si no fuera porque intenta encubrir y disculpar una historia de años de sufrimiento y muerte provocados por la intervención imperialista en Afganistán.

En esta trágica crónica comparten responsabilidad las autoridades que participaron en el grotesco acto inaugural: Pedro Sánchez, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.

Es repugnante que los mismos que han apoyado durante dos décadas una criminal ocupación militar contra el pueblo afgano, provocando centenares de miles de muertos y arrasado las condiciones de vida de hombres, mujeres y niños, que ha enriquecido a la industria armamentística de EEUU y convertido este martirizado país en una gigantesca plantación de opio, intenten presentarse como los protectores internacionales de los refugiados.

Los que con su política migratoria provocan cada año la muerte de miles de personas presuman de “humanitarismo” y aprovechen la tragedia del pueblo afgano para su propaganda política, merecen el repudio público. Este es un ejemplo acabado de lo que significa la política burguesa: el arte de la mentira consumada y la hipocresía más hiriente.

Millones de personas que intentan desesperadamente huir de la pobreza y las guerras que el colonialismo europeo dejó como herencia en amplias partes del mundo, y que sigue alimentando con sus intervenciones militares y la explotación despiadada de sus recursos naturales, se han topado con un muro imposible de franquear.

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La Unión Europea paga cada año cantidades inmensas a Turquía y a otros países con regímenes dictatoriales, para que recluyan a los refugiados en condiciones inhumanas en auténticos campos de concentración

La Unión Europea paga cada año cantidades inmensas a Turquía y a otros países encabezados por regímenes dictatoriales, para que recluyan a los refugiados en condiciones inhumanas en auténticos campos de concentración, y ahora sus autoridades, sin un mínimo asomo de pudor, posan risueños ante las cámaras rodeados de algunas decenas de refugiados afganos que han tenido la suerte – o los medios económicos – de abandonar su desafortunado país.

Esa repugnancia alcanza cotas máximas en el caso de Pedro Sánchez, que tuvo la desvergüenza de proclamar en el acto de Torrejón que “España ha sido ejemplo de los valores de la UE: solidaridad y humanidad”, apenas unas horas después de que las autoridades mauritanas localizasen y rescatasen una patera que se dirigía a Canarias en la que más de 40 inmigrantes habían muerto de hambre y sed, y al mismo tiempo que el gobierno de coalición estaba ejecutando una operación de expulsión drástica de menores inmigrantes tan escandalosamente ilegal que tuvo que ser paralizada por la fiscalía.

Pedro Sánchez y el PSOE, lacayos del imperialismo norteamericano

El mismo día de la inauguración del centro de refugiados de Torrejón los servicios de prensa de la Moncloa emitían un comunicado explicando que Pedro Sánchez había mantenido una conversación de 25 minutos con Joe Biden, presidente de los Estados Unidos, para tratar temas relativos a la retirada de las tropas de la OTAN de Afganistán y de la evacuación de refugiados.

Los medios de comunicación oficiales trataron esta noticia de forma triunfal, como si se tratase de una confirmación del papel trascendental que el Estado español y su gobierno desempeñan en la esfera de las relaciones internacionales.

De hacer caso a los informativos de TVE, creeríamos que Biden y Sánchez han debatido en pie de igualdad la estrategia de retirada de Afganistán, y que Biden se ha deshecho en elogios por el “liderazgo” de Pedro Sánchez en el “apoyo a las mujeres y niñas afganas” y le ha agradecido su buena voluntad al ofrecer las bases militares de Rota y Morón como centros de acogida de colaboradores afganos del ejército estadounidense.

La realidad es mucho más prosaica. Continuando su labor de peón de segunda fila en la estrategia del imperialismo USA, el gobierno de Sánchez ha sido requerido para realizar labores auxiliares que ayuden al gobierno estadounidense a paliar el completo desastre provocado por la retirada de sus tropas de Afganistán y, de paso, a que la responsabilidad ante la opinión pública se reparta entre los gobiernos que participaron en la ocupación militar en Afganistán.

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Como peón de segunda fila, el gobierno de Sánchez ha sido requerido para labores auxiliares que ayuden al gobierno estadounidense a paliar el completo desastre provocado en Afganistán

Empeorando incluso la más pesimista de las previsiones, los talibán solo han necesitado ocho días para ocupar completamente el país, dificultando la evacuación de los nacionales de los países invasores y de sus colaboradores afganos. Las escenas caóticas del aeropuerto de Kabul, donde las avalanchas humanas y los intentos de huir agarrándose al fuselaje de los aviones han causado varias decenas de muertos, han dañado gravemente el prestigio de Joe Biden dentro y fuera de EEUU.

Biden ha tenido que afrontar críticas muy duras de sus aliados en la invasión de Afganistán, principalmente del Reino Unido.

Los principales  socios de Estados Unidos, reunidos en el G-7, han presionado a Biden para que amplíe el plazo de la retirada de sus tropas de Kabul, pero sus esfuerzos han sido completamente inútiles. Los gobiernos aliados se ven así obligados a enfrentar la indignación de sus opiniones públicas que comprueban asombradas como ingentes cantidades de dinero, más de 2 billones de dólares, y un número de víctimas estimado por Amnistía Internacional en más de 150.000 muertos no han servido para mejorar en lo más mínimo, sino todo lo contrario, la situación de la población afgana.

La conversación de Biden con Sánchez y las tareas que la ha encargado, son parte de la estrategia del presidente norteamericano de repartir culpas entre sus aliados para atenuar la ola de desprestigio interno que, inevitablemente, va a ser aprovechada por Donald Trump para volver al primer plano de la actualidad política y reforzar sus opciones para la elección presidencial de 2024.

Puesto en esa tesitura, Sánchez ha optado por presentar sus funciones de auxiliar del imperialismo USA como una demostración de su relevancia internacional y, de paso, intentar ocultar el escándalo del maltrato ilegal a los niños refugiados en Ceuta.

El PSOE es corresponsable del desastre afgano y Podemos aplaude su política

El desastre de Afganistán empezó a fraguarse hace más de 20 años, cuando Estados Unidos y la OTAN decidieron invadir el país con la excusa de la “guerra contra el terror”. En aquel momento en el Estado español gobernaba el PP y José María Aznar se sumó con entusiasmo a la aventura bélica, como dos años más tarde haría con la invasión de Iraq. Pero en marzo de 2004, y en medio de una inmensa ola de protestas contra la intervención imperialista en Irak, el PSOE ganó las elecciones y se mantuvo dos legislaturas con Rodríguez Zapatero como presidente del gobierno.

A pesar de su palabrería “pacifista” y anti-bélica, Zapatero y el PSOE no cuestionaron la participación de tropas españolas en Afganistán, y aceptaron sin rechistar las tareas que el alto mando militar de Estados Unidos les asignaba en tierras afganas.

Con un cinismo similar al que ahora emplea Pedro Sánchez, Zapatero y el PSOE presentaron la invasión de Afganistán como una operación completamente distinta de la invasión de Iraq. Ahora se trataba de un imperialismo “amable”, cuyos objetivos eran puramente “humanitarios”. Aprovechándose sin vergüenza alguna del horror que despertaba la situación de las mujeres y niñas afganas entre la opinión pública, el gobierno de Zapatero se comportó como un perfecto lacayo del imperialismo USA.

Después de ganar las elecciones de 2004, Zapatero cumplió su promesa electoral de retirar las tropas de Iraq. Esta decisión le supuso un choque con el gobierno estadounidense que se apresuró a compensar permitiendo que las bases de Rota y Morón se convirtieran en un eslabón decisivo de la intervención norteamericana en Afganistán y aumentando, en el año 2009, el número de efectivos desplegados en el país asiático. En aquellos momentos los ministros del PSOE, especialmente José Bono, se exhibían en Afganistán y utilizaban los supuestos éxitos de la “misión de paz” para reforzar su imagen y sus opciones electorales.

Pedro Sánchez ha sido un fiel continuador de esa política. De sus labios no ha salido el más mínimo cuestionamiento del desastre que se estaba gestando en Afganistán. Incluso ahora, cuando los catastróficos resultados de la invasión de 2001 son innegables, Pedro Sánchez sigue alardeando de la contribución del Estado español al restablecimiento de la “paz” en Afganistán.

La actitud de Sánchez no debería sorprender a nadie que conozca la trayectoria del PSOE desde la Transición. Pero ¿qué dice Podemos?

A través de su portavoz adjunta en el Congreso, Sofía Fernández Castañón, la dirección de la formación morada se ha apresurado a aplaudir la gestión del gobierno en Afganistán y se ha vanagloriado de que el Estado español es un "ejemplo en la comunidad internacional de defensa de la paz". Desde estas mismas páginas hemos analizado la evolución de Podemos desde su propuesta inicial de “asaltar los cielos” hasta su conversión en una fuerza auxiliar del PSOE, que le reserva la poco digna función de reagrupar el voto que se le escapa por la izquierda.

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A través de su portavoz adjunta en el Congreso, Sofía Fernández Castañón, la dirección de Unidas Podemos se ha apresurado a aplaudir la gestión del gobierno en Afganistán

Cerrando los ojos ante el desastre y el horror provocado por 20 años de intervención militar directa, actuando como cobertura de "izquierda" de la política exterior proimperialista del PSOE, los dirigentes de Podemos vuelven a dar la espalda a sus votantes y socavan aún más las esperanzas que millones de trabajadores y trabajadoras habían depositado en ellos.

La izquierda combativa, internacionalista y de clase no puede cerrar los ojos. Lo que está sucediendo en Afganistán y el circo mediático de las potencias imperialistas para encubrir sus crímenes debe ser rechazado y combatido con decisión. El pueblo, las mujeres, la infancia afgana no puede esperar nada de estos Gobiernos e instituciones capitalistas internacionales. Sólo la solidaridad del movimiento obrero y la juventud levantando una protesta antimperialista masiva puede prestar auxilio efectivo a la población afgana.

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